Valores polesos
He de reconocer que en su día estuve del lado de los críticos con la construcción del Auditorio poleso. Pensábamos algunos en aquel entonces –no sin un punto de razón (posible reconstrucción y ampliación del antiguo céntrico cine, al igual que de la igualmente céntrica Casa de Cultura)– que la macroestructura del Auditorio se enmarcaba en la órbita megalómana de tantos y tantos alcaldes a lo largo y ancho del país, quienes en un desmedido afán de notoriedad fueron dejando su alocada impronta urbanística con macroestructuras disparatadas que no sólo sirvieron para inflar la burbuja inmobiliaria, sino que pronto se fueron revelando como auténticos monumentos a la estulticia. Hoy, en la misma medida en que mi punto de vista pudo haber estado equivocado, me felicito por que el Auditorio esté cumpliendo ampliamente su cometido, dando satisfacción a las expectativas y necesidades culturales del concejo de Siero, contando, desde luego, con la inestimable gestión del Patronato de Cultura.
Además de su valor arquitectónico, el Auditorio poleso nos viene brindando en sus escenarios un exquisito repertorio de valores culturales (artísticos, sociales, morales...) que sirven no sólo de deleite a nuestros sentidos, sino también de alimento a nuestro espíritu, un alimento cuya calidad no tiene precio –dicho sea en el doble significado de la expresión–. Precisamente en el orden de los valores morales, hace pocos días tuvimos la oportunidad de degustar una exquisitez extraordinaria: la celebración del Premio Internacional de los DDHH, una institución que a lo largo de sus 18 años de existencia ha llevado el buen nombre de Siero hasta los más remotos lugares del planeta, y que no dudo en calificar como la principal seña de identidad de nuestro Ayuntamiento. En la presente edición, la solidaridad de Siero ha podido, mediante este premio, abordar la Flotilla de la Libertad rumbo a Gaza, portadora de la solidaridad internacional con el pueblo palestino. Miembros de la organización llegados para recoger el premio nos han transmitido mediante testimonio vivido en carne propia la angustiosa situación de la población palestina, confinada en la mayor cárcel del mundo a cielo abierto; la persecución, el encarcelamiento, la tortura que ellos mismos han sufrido, la muerte de varios de sus compañeros a manos del terrorismo israelí, que no conforme con masacrar al pueblo palestino se ensaña igualmente con las organizaciones humanitarias que acuden a socorrer, a llevar un poco de aliento a las víctimas del apartheid. Mientras tanto, los gobiernos europeos hacen como que no ven, mirando a las estrellas. Si esos gobiernos, especialmente los de la cuenca del “Mare Nostrum”, amparándose en razones armamentísticas o simplemente comerciales, no quieren enfrentarse a las violaciones de los DDHH, sino que se dedican a flirtear con estados terroristas enarbolando la bandera de la injusticia, podemos vaticinar, sin miedo a equivocarnos, el hundimiento definitivo de la vieja Europa. No hace falta ir a misa para comprenderlo.
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