Qué tristeza otra vez, hemos perdido otro ángel
Veo desde el otro lado lo que está pasando en ese mundo loco del que, hasta hace unos pocos días, yo era parte. Al principio yo creía que estaban hablando de una chica que se había perdido y que se llamaba como yo, pero me di cuenta que de quien hablaban era de mí.
Había salido de mi casa porque me encanta-encantaba hacer deporte tras un duro y largo día de trabajo, soy -bueno, creo que ya ha de ser era- profesora de Artes Plásticas en un instituto. Disfruto de mi trabajo, un bien escaso en estos tiempos en los que vivimos. Me gustan mis alumnos y me gusta mi vida, mi familia y mis amigos. Sin embargo, parece ser que ya no estoy del lado en el que está usted, sí, la persona que está leyendo esta carta, estoy al otro lado del espejo.
Puedo ver todo el revuelo que se ha levantado "por mi culpa", aunque yo no quería estar donde, al parecer, estoy ahora. Me maravillo preguntándome a mí mísma por qué a mí, y qué hice yo para no estar ahora abrazando a mi madre o a mi padre; por qué no estoy mandando un "whatsapp" para quedar con mis compañeros para la cena de Navidad o por qué no estoy cotilleando sobre ese chico que me trae loca, loquísima.
Sé la respuesta, hay alguien que no debería estar en el sitio por el que yo iba haciendo mi ruta deportiva diaria. Yo estaba allí con todo el derecho del mundo porque me gusta- gustaba- un montón; es-era mi expansión diaria tras el día agotador-fabuloso-larguísimo-espectacular-aburrido-monótono-excitante-sobrecogedor, siempre rodeada de mis alumnos, con los que a veces tengo-tenía- una relación buena-mala-descorazonadora-con futuro-de mente abierta-con corazón, no sé.
Desde aquí todo se ve con claridad, me apena no volver a abrazar a mis padres, a mis amigos, a esa amiga que en breve se nos iba a casar; me apena enormemente no poder hacer todo aquello que había planeado desde que era una niña: viajar con sólo aquello que pudiera cargar a mis espaldas para sentirme libre del peso "del día y del calor", irme a visitar a mi amiga americana, encontrarme con mis amigos del "Erasmus"...
Sé quién me hace-hizo estar donde estoy ahora y tengo la total certeza de que en breve todos sabrán que has sido tú. Yo seguiré aquí-allá, sintiéndome libre de ataduras, penas y trabajos, pero tú pagarás por lo que me has hecho. Yo viviré en paz y tú nunca la tendrás, porque vayas donde vayas todos sabrán que tú lo hiciste. Yo viviré con alegría, pero tú siempre triste sin un lugar donde tener ni una pizca de amor ni de consuelo.
Me despido de todos los que están "allá", al otro lado del espejo y les pido que trabajen para que no haya ni una mujer más que tenga que venirse tan pronto a este lado. Aquí no se está tan mal, pero yo querría haber tenido un poco más de tiempo para saber lo que de verdad significa vivir.
Yo, la persona que está escribiendo estas líneas, espero, deseo y le pido a Dios que nunca, nunca jamás, nadie tenga que escribir una carta tan difícil de escribir como ésta que ahora te estoy escribiendo a ti.
Les vuelvo a agradecer a todos ustedes, lectores de este periódico, la dedicación de parte de su precioso tiempo a la lectura de estas líneas, que salen del fondo del alma.
Quiero acabar con unos versos del poema de Juan Ramón Jiménez "Estoy triste y mis ojos no lloran":
"¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles".
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