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Un profesor sin Esperanza

9 de Abril del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

-¿Qué diferencia las groserías de Belén Esteban del tono de Esperanza Aguirre cuando cree que habla a micrófono cerrado?, plantea Juan Jesús Alonso, Profesor de Filosofía, en La Nueva España del 11.03.10. Y ahí queda eso. No convendría, sin embargo, que con esta cuestión pasara lo que pasó con la otra, también trascendental, de si la metafísica es posible como ciencia. Porque lo que no se puede es vivir en un continuo sinvivir. Ahí va, pues, un modestísimo grano de arena por su pudiera ayudar a desbrozar el terreno a las condiciones de posibilidad de una elucidación satisfactoria.

Si partimos del supuesto de que quien cree hablar a micrófono cerrado, habla realmente como si lo estuviera, y si, en una primera aproximación, despojamos el planteamiento de su espesura empírica (que nos pudiera contaminar el análisis con opacidades y adherencias), la cuestión se podría replantear con ventaja en sus puros términos formales de la siguiente manera: -¿Qué diferencia se da entre una actuación ante las cámaras y un comentario a micrófono cerrado?

La respuesta cae entonces de su peso: -Se da la diferencia que media entre lo público y lo privado. Una diferencia que el Código Penal reconoce como de mucha pertinencia. Y la lingüística también: tengo que saber con quién hablo para saber cómo tengo que hablar (alguien ha escrito que saber para quién se escribe ya te enseña a escribir); son los famosos registros del lenguaje, que se estudian desde 5º o 6º de Primaria. A ver si queda un poco más claro: -¿qué diferencia habría entre un profesor en clase y un profesor en el baño, a puerta cerrada o dada por cerrada? Pues casi la misma que entre el tocino y la velocidad; y aviados iríamos si los profesores de Filosofía empezaran a confundirlos (que por supuesto no es el caso).

Ahora ya podemos echar un vistazo a los contenidos. Nada sabría decir de los que aporta la señora Esteban, ya que no los conozco ni de vista ni de oídas. Por lo que hace a los de la señora Aguirre, supongo que estamos hablando desde el principio del episodio reciente en el que designó a un colega de partido por el procedimiento abreviado de sustantivar el adjetivo; en concreto, el muy socorrido y genérico de hijoputa. Este contenido me inspira dos comentarios: a) Ay, Dª. Esperanza, era inevitable que un desliz de ese jaez produjera destrozos irreparables en una opinión pública como la española, tan mirada y exquisita con las cosas del lenguaje. B) No habrá nadie entre nosotros tan hipócrita como para negar que eche mano de ese recurso, en alguna de sus infinitas posibilidades combinatorias, como mínimo media docena de veces al cabo del día (personalmente, paso de doce por poco que me asome a un telediario). La verdad es que me estoy liando un poco, porque los enunciados a) y b) no pueden ser verdaderos o falsos al mismo tiempo.

Aunque no sea dialécticamente muy ortodoxo, probemos si un argumento ad hominem nos sayuda a salir del atolladero: -Qué diferencia hay entre estos dos asertos: Anguita y Aznar son la misma mierda/Los Magistrados del Supremo son unos descerebrados. De filiación ninguna, pues esos eufemismos tan rotundos tienen por padre al mismo sujeto, un tal Felipe González Márquez; que los profirió a micrófono abierto, ya que además de fino y progre, es un sujeto muy entero (a diferencia de los sujetos elípticos o sobreentendidos). Aquí está por fin la diferencia: a Esperanza Aguirre no le dará su voto un progre jamás de los jamases, ni a micrófono cerrado ni jarto de vino; otro gallo cantaría con Belén Esteban, pues aparte de que vientos del pueblo la llevan/vientos del pueblo la arrastran/le esparcen el corazón/y le avientan la garganta (que también cuenta), esta señora, por lo que se va sabiendo, conoce muy bien a Sara Mago.

No será necesario aclarar que no está uno defendiendo a Esperanza Aguirre (que se defiende muy bien sola); ni mucho menos sugiriendo que el Profesor J. J. Alonso se dejó ir a una gracieta progre de barra de bar, para un público compinche. Qué va. Lo que pierde a los profesores de Filosofía es su debilidad por los juicios sintéticos a priori.

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