Soy Juana María García y soy mujer
Soy Juana María García y soy mujer.
Y sobre todo soy persona. Y como tal (lo uno y lo otro) tengo derecho a salir de casa sin miedo o a estar dentro de ella sin miedo también.
Tengo derecho a vestir minifalda o vestido largo, con escote o sin él, traje, pantalón ancho o pitillo o corto o como mejor me parezca sin que nadie se crea con derecho a juzgarme. De blanco, de negro, de amarillo o el arco iris al completo.
Tengo derecho a calzar chanclas o deportivas o tacón de aguja si eso me gusta. A ir maquillada o no sin que me señalen con el dedo.
Tengo derecho a decidir con quién estar y con quién no. A irme o quedar. A caminar por la calle pisando fuerte y con la cabeza bien alta o suavecito como un ratoncito o mirándome el ombligo si me place. Lo que prefiera, sin tener que justificar mi comportamiento o mi estilo de vida.
Tengo derecho a salir y entrar a la hora que yo quiera, sea de día o de noche, para ir a estudiar, a trabajar, a la cola del paro, a pasear al perro, a hacer deporte, a disfrutar del mar o la montaña, a quedar con los amigos o de fiesta o a mirar la luna y las estrellas sin que nadie me insulte, me desprecie, me humille, me acose, me veje, me viole, me degüelle, me mutile, me asesine (el cuerpo y el alma). Ni a cara descubierta ni encapuchados. Ni en solitario ni en manada. ¡Cobardes! Los unos y los otros. Nadie tiene derecho sobre mí, sobre mi vida ni sobre mi muerte.
Soy mujer y soy madre. Pero también soy hija. Y soy amiga, y soy sobrina, y soy tía …¡y hasta tía-abuela! Y por mí y por ellas (las madres, las hijas, las abuelas, las amigas, las tías, las sobrinas de todo el mundo mundial), por todas ellas, quiero decirte (despacito al oído o a voz en grito), con dolor, con desesperación, con indignación, con rabia y hasta desgarrarme la voz... que no soy yo la que debe sentir miedo, ni inseguridad, ni la que debe estar encerrada. Son ellos.
Ellos, esos, son los que deberían sentir miedo (de sí mismos y del resto de la sociedad), los que deberían estar encerrados por siempre jamás. Ellos: los que desprecian, los que humillan, los que acosan, los que vejan, los que violan, los que degüellan, los que mutilan, los que asesinan. Ellos y sus cómplices (hombres y mujeres). Los que dictan y aprueban normas y leyes que los protegen, convirtiendo a las víctimas en reos, juzgando su comportamiento o su vestimenta o sus aficiones.
Y grito bien alto que no soy moneda de cambio de políticos sin escrúpulos en busca de votos (ni de un lado, ni de otro, ni siquiera del medio), ni de foto, ni de pancarta, ni de primera página.
¡Tocada pero no hundida! Ni yo ni las demás. Pero siento mucha rabia, rabia, por tanta mujer maltratada…, violada…, asesinada… ¡Cuánto canalla suelto! Seres inmundos, viles y cobardes elevado a la enésima potencia.
Y lo digo, y lo grito, por mí y por todas ellas (las madres, las hijas, las abuelas, las amigas, las tías, las sobrinas de todo el planeta y del espacio sideral); las que fueron, las que son y las que serán; las que vivieron, las que viven y las que ya no vivirán más.
Soy Juana María García y soy mujer.
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