Esto va a doler

18 de Marzo del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

El otro día compré las lentejas más baratas y vi que procedían de Canadá y no de León. Ahora ya no vendemos pisos, pero seguimos comprando las lentejas canadienses porque son las más baratas. Debemos pagar la hipoteca y, cuando termine la moratoria, nuestros bancos los créditos pedidos a los bancos extranjeros. Si pagamos, ellos pagan (los pisos embargados o sin vender no sirven para pagar su deuda).

La baja competitividad con productos más caros que otros, la alta tasa de desempleo de nuestra baja actividad y esa deuda que continúa creciendo, son las causas que nos están poniendo en un brete. En estas circunstancias deducir lo que hay que hacer es obvio: ser competitivos, vender fuera, y trabajar todos.

¿Cómo lograr la competitividad y vender fuera? Pues rebajando el precio del producto a la vez que se mejora su calidad. Para ello deberá llegarse a acuerdos para la reducción de la liquidez salarial a cambio de participaciones empresariales (o futuros) e invertir en I+D+i para mejorar la calidad del producto y la productividad. Como la liquidez salarial decrecería, habría que compensarla con una bajada de precios para mantener el consumo, ello lo conseguiríamos bajando el IVA. Luego, para mantener la competitividad deberíamos establecer la conciliación laboral con la formación profesional permanente para la mejora de la empleabilidad. También facilitar la conciliación con las obligaciones familiares. Como la familia es el pilar fundamental de la sociedad, ya debería haberse previsto hace tiempo un mínimo salario universal familiar que mitigase los efectos dolorosos cuando apareciesen las crisis (esas cosas cíclicas y previsibles si se quieren ver). Claro que, si existiese un salario universal familiar que afianzase su importancia y seguridad en esas dolorosas épocas, habría que tener también un porcentaje mayor de retención fiscal en el IRPF. Así, algunos debilitados ingresos familiares podrían mejorar y se equilibrarían los esfuerzos con aquellos más fuertes que sí pueden ajustarse. Los sindicatos deberían estar negociando empresa por empresa (y según el estado de la misma) estas cuestiones (olvidándose de los rígidos convenios colectivos); además, deberían financiarse únicamente por las cuotas de sus afiliados, aunque también por un porcentaje mínimo de deducción salarial obligatoria que se adjudicaría a aquel sindicato que indique el trabajador o, en su defecto (si no indica nada), sería para un fondo a disposición del comité de empresa (evitándose así dependencias espurias y ganando en libertad). El despido, una vez que el Estado garantiza el sostén familiar y se pretende la estabilidad laboral a cambio del esfuerzo compartido, será libre (a lo sumo habrá una indemnización progresiva). En este mundo tan... ¿dinámico?, los servicios públicos deberían potenciarse para generar seguridad e igualdad. Es decir, se propone la eliminación de las entidades colaboradoras de la Administración (que sólo sirven para promover la injusticia de la discriminación salarial que existe siempre detrás de toda subcontrata). Y será el ciudadano el que decida si dicho servicio publico que garantiza su igualdad de oportunidades ante la vida se lo va a ofrecer de forma gratuita la Administración por sus propios medios o una empresa privada (esto último estará subvencionado con un importe fijo para tal servicio).

Estabais advertidos de que iba a ser lectura dolorosa. Muchos pensarán que son ideas descabelladas de un auténtico diletante, y desde luego diletante se es, pero ésa es una profesión bastante común, ¿no creen?

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