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Memoria histórica de los años ciencuenta en el Occidente

15 de Marzo del 2010 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

Como niños que vivimos en aquella época aquí, en el Occidente de Asturias, observábamos ya entonces que en la aldea el poder era manejado por el alcalde, el cura, el sargento y el maestro, sumándose algún cacique más que aportaba doctrinas para que los tres anteriores las conocieran para ser aplicadas sin temblarles la mano y como ejemplo, para el futuro, a navegantes, con el objeto de que se mantuviese la paz y el orden y quedase claro quien mandaba aquí y de que forma.

A nivel más bajo los alumnos de la escuela, en la misma época, copiaban el sistema y celebraban, muchas veces, juicios sumarísimos aplicados a los distintos litigios que surgían por los juegos practicados diariamente: fútbol en la caleya delante de la escuela, bolitas, peonzas, aro y otros. Pues bien, ocurrido el percance, se reunía el correspondiente comité y como a ese nivel no intervenía, o al menos hasta si la cosa no llegaba a mayores, ninguno de los mandamás del pueblo, se formaba sobre la marcha por los alumnos más destacados un comiteín, para juzgar el problema surgido. Ese comité se componía, sin excepción, por el niño zaragate de mayor edad, más altura y buena dosis de brutalidad. El comité se reunía, contemplaba el caso y se manifestaba aplicando su ley y, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se procedía a ejecutar sentencia que, casi siempre, consistía en: Incautación de las propiedades (juguetes) del condenado para, seguidamente, repartirlas con entrega de alguna migaja a los testigos que podían convertirse en chivos expiatorios. Si se trataba de juego de pelota, se procedía a rajar esta y a repartirla entre los asistentes dándole, eso si, un pedazo, ipso facto, al dueño de la misma quedando, por tanto, sentada y aplicada la ley.

Sin enterarse el cura y los demás, se trata de aplicar hoy a Pepe el Ferreiro la ley de caleya de los pasados 50, pagándolo de rebote el mismísimo Museo Etnográfico de Grandas. Pero que más da, lo importante es demostrar quien manda aquí para, como dice el dicho, indicar quien tiene la vara y la bestia ¿o no?.

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