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Aprender de los demás

16 de Enero del 2019 - José María Casielles Aguadé

No podemos descartar que existan verdaderos campeones de la improvisación permanente, o “sostenible”, que es lo que ahora se lleva, pero el resto de los modestos mortales que llenamos este mundo funcionamos según un protocolo mucho más humilde, y también más razonable: prever, proyectar y proveer. Y no se trata de ningún arte mágico. Se basa simplemente en estudiar y copiar experiencias ajenas, ponderando pros y contras, eliminando errores y potenciando aciertos sin prejuicio alguno. Pongamos algunos ejemplos prácticos de inmediata aplicación política:

Cambios climáticos

–¿Los ha habido? ¿Los hay? ¿Los habrá?

–Por supuesto que sí. Y en demasiada cuantía.

–¿Son exclusivamente debidos a la actividad humana?

–En absoluto.

–¿Hay causas no antropogénicas?

–Sí. Tormentas y manchas solares. Variaciones de la excentricidad de la eclíptica. Cambios de inclinación del eje terrestre. Variaciones de intensidad de la radiación exterior. Y muchas más “no controlables por el hombre”.

Transición energética

–¿Debe hacerse de forma total y radical?

–No.

–¿Es este el momento más adecuado para prescindir de los combustibles fósiles y de las centrales nucleares?

–Sería mucho más razonable proceder con gran cautela ante la perspectiva del cambio a las renovables de origen climático, por las razones aducidas anteriormente. En la India circula el proverbio de que “el que derriba la choza antes de construir el palacio se arriesga a dormir bajo las estrellas”.

–¿Disponemos ahora, de forma eficaz y segura, de las alternativas renovables adecuadas en calidad y cantidad para afrontar el cambio energético?

–Es claro que no.

Migraciones irregulares masivas

Indebida y sibilinamente, se ha aplicado el término de “refugiado” a los “inmigrantes voluntarios”. Se ha hecho tabla rasa de los significados de “nación” y “frontera” y confundido los de “bondad” y “buenismo”, que ciertamente son distintos, pues el último llega a conectar en algunos casos con el tráfico de seres humanos. Los recelos internacionales son tan numerosos que invitan a medidas de prevención general y a una actuación coordinada: Turquía, Grecia, Italia, Malta, Croacia, Chequia, Polonia y buena parte de Alemania están ya de vuelta del irreflexivo “efecto llamada”, que le costó el liderazgo político a la señora Merkel. Es un hecho que las migraciones irregulares en España han supuesto la llegada de más de 50.000 individuos en el presente año 2018 y que esta situación perjudica esencialmente a los españoles más humildes, que han de competir con ellos en los puestos de trabajo más modestos. El PSOE andaluz ha sufrido las naturales consecuencias de este brindis buenista.

Pensiones y ayudas no contributivas

Dos cosas que no se pueden meter en la misma bolsa, y menos aún sacarlas de ella. Bajo ningún concepto deben mezclarse los derechos y las ayudas en una ensalada demagógica inaceptable. Luego vienen los problemas.

En los últimos años hemos oído que las ayudas de todo tipo son un “derecho social" y también que las pensiones contributivas pueden considerarse “una simple expectativa de derecho”. La demagogia siempre se precede de falacias. Siguen discursos confusos y farragosos de supuestos expertos sobre diversos proyectos teóricos de pensiones, y la abulia de los políticos responsables para enfrentarse al problema y decidir soluciones. Las variables esenciales están claras: número de pensionistas, número de contribuyentes, esperanza media de vida biológica y esperanza media de duración de vida laboral. Las tendencias más pueriles y demagógicas pretenden acortar la vida laboral y subir las pensiones. Obviamente es una necedad solemne, pues si vivimos más, también la actividad laboral ha de alargarse para que el sistema sea racionalmente sostenible. Hemos asistido a jubilaciones en la banca, a los 53 años; en la minería, a los 43; en política, a los 8 (dos legislaturas), tras convenios “milagrosos” entre empresarios, sindicatos y trabajadores, con la venia del Estado. Se ha aducido la “penosidad” real de algunas tareas. También hemos conocido a personal retirado de las Fuerzas de Seguridad (trabajo duro y arriesgado), que continuaban prestando servicios laborales a la Administración en oficinas del Estado. Eran “prejubilados” en su tarea principal, pero continuaban trabajando en otra actividad menos estresante. Similarmente, un minero jubilado podría prolongar su vida laboral como agente forestal o guardapescas sin deterioro de su salud. Una vez más aparece el gran dilema: ¿Políticas demagógicas y electoralistas o soluciones estables y funcionales? Mientras aquí el problema se gangrena, Alemania lo tiene resuelto. Pues aprendamos de los alemanes.

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