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Los hombres también lloramos a Laura

23 de Diciembre del 2018 - Rufo Costales (Oviedo)

He leído con mucho interés y respeto las cartas que Virginia, Andrea, Juana María, Susana y Charo habéis escrito con sentimiento y emoción recordando a Laura Luelmo, vilmente agredida y asesinada por un psicópata de libro, ayuno de sentimientos y empatía, a quien me niego a poner nombre.

Al concluir la lectura, y compartiendo el contenido de fondo, me he sentido un poco señalado, frustrado, con una sensación de destierro y exclusión, al percibir en vuestros escritos que el hecho de ser hombre me coloca automáticamente en el bando de los miserables que abusan y someten, negándome el derecho a participar del sentimiento de rechazo y desesperación, que vosotras manifestáis. Perdonad, pero ni me parece justo ni ajustado a la realidad.

La inmensa mayoría de los hombres (también vuestros padres, maridos, compañeros, hijos y hermanos) hemos sentido que nos hervía la sangre, y hemos puesto el grito en el cielo, ante este despropósito abusador y asesino, continuación de otros que han sucedido, y precursor de otros que sucederán. Pero no nos equivoquemos, el problema no está en el colectivo masculino, el heteropatriarcado (horrible palabra), sino en una minoría de individuos tarados, cobardes, inadaptados y violentos, amparados en leyes excesivamente laxas, jueces y fiscales incompetentes y políticos partidistas. Injusto condenar al hombre, por el hecho de serlo.

El 80 por ciento de los ciudadanos de este país, mujeres y hombres, defendemos que este tipo de delitos sean penados con la prisión permanente revisable. Hay un problema: es una ley del Partido Popular y, aunque está vigente, los partidos de izquierda esperan que el Supremo se manifieste para derogarla con el mantra repetido de "encerrar a una persona bajo la pena de PPR, es matar la esperanza, es romper el horizonte de futuro, pues no puede hacer un proyecto de vida, ni un plan de futuro". Lo ha dicho Sánchez, lo han dicho otros personajes de la izquierda y lo ha dicho la Conferencia Episcopal. ¿Y el futuro de las víctimas?, ¿y sus familias?

Permítanme la licencia de copiar un extracto de mi artículo, que nueve meses antes del vil asesinato de Laura, concretamente el 28-3-2018, LNE publicó en esta sección, sobre la prisión preventiva revisable:

"Las conductas psicopáticas son imposibles de modificar. Un psicópata no tiene sentimientos, ni remordimiento, ni amor, ni empatía, es frío, calculador, se siente superior a sus congéneres, está por encima de la ley, de las normas... Un asesino en serie, un violador reincidente o un terrorista con delitos de sangre sin arrepentirse no pueden reinsertarse porque constituyen un peligro para la sociedad. Es así de terrible y de duro. Hay grados de psicopatías, cierto, pero la estructura es la misma.

Cuando hablamos de la PPR estamos hablando de asesinatos, y demandando justicia, no venganza. Las víctimas simplemente dejan de vivir. Las familias que se quedan llorándolas sufren una durísima prisión permanente de por vida, sin revisión posible, sin consuelo. De eso hablamos".

Que la sociedad tenga mecanismos suficientes para expulsar a los que no pueden vivir en sociedad, eso pido. La gran mayoría, mujeres y hombres, hombres y mujeres, estamos en el mismo bando. Sin ninguna duda.

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