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Nunca te olvidaremos Quili

26 de Diciembre del 2018 - Enedina Fernández González (Gijón)

Pronto va a hacer un año que te fuiste.

En todo este tiempo me hice la ilusión que te habías ido a hacer uno de esos viajes (y no eran precisamente a la vuelta de la esquina ... ¡no!..Caribe, Jerusalén, cruceros, Murcia, con el IMSERSO ... no te perdías nada). Cómo me alegraba prima, cuando me decías que estabas preparando uno de esos viajes y cuando volvías enseguida me llamabas para explicarme con todo detalle lo bien que lo habías pasado. Yo te escuchaba con admiración y decía para mí ¿de dónde sacará tanta fuerza e ilusión con lo malina que está?. Tu larga enfermedad no pudo con tus ganas de vivir y la gran fe que tenías sé que te ayudó mucho. Aquellos rosarios que rezabas no fueron en vano. Tu paciencia y amor no tenían límites.

Y paciencia y amor también tengo que destacar la de tus hijos que mucho te cuidaron. Esa es la mejor medicina para un enfermo y te la dieron con creces.

Un día me dijiste: “Estos hijos son un tesoro, no puedo pedir más. Porque no se puede tener todo. Gracias a ellos llegué a los 80 años”. Ese día estabas tan feliz que parecía que cumplías 20 y lo celebraste con una comida, como una boda, a lo grande. Y así querías que fuera la última Nochebuena. Tu hija me contó cómo había sido la última Nochebuena: “Yo no me lo podía creer y ella tampoco. Encargó la compra de todo lo mejor para la cena y me daba explicaciones de cómo había que hacerlo. Así era mi madre, la conocía muy bien, siempre viví con ella pero me sorprendía porque siempre se venía arriba y cuando peor estaba salía adelante pero ese día ya no pudimos. La vi salir de muchos achuchones pero ese día no podía creer lo que estaba viviendo. Yo pensé que este viaje se estaba acercando y no se podía cancelar ya que su fecha estaba reservada para el 3 de enero de 2018. Seguro que ya estaba preparando su último viaje, ese que todos tenemos que hacer sí o sí porque ya está reservado desde el día que nacemos”.

Mándanos energía, prima, que la necesitamos mucho porque tus palabras de cariño y tu carina de risa era una dosis de paz. Siempre dispuesta al teléfono, ese teléfono que alguna vez nos molesta cuando suena si estamos comiendo o echando una siestina. Increíble, Quili, tú siempre estabas a punto, con el mismo tono agradable. Nuestra familia es larga y todos nos preocupábamos por ti, también los amigos. Las charlas eran de calentar la oreja, yo nunca me cansaba de hablar contigo, como ahora no hay cobertura donde estás, seguiremos con tus recuerdos y anécdotas en la cabeza y en el corazón, jamás te olvidaré, prima.

Este cariño que nació en nuestro pueblín de Uries donde no teníamos nada pero sí mucho dolor, lo transformamos en amor que creció con los años y lo celebramos con una comida de vez en cuando. Tú eras la primera en recordarnos que ya tocaba vemos y comer juntos, ¡ah! y reír como sólo nosotras “las primas” sabemos hacer.

En esta última comida, tú no has podido ir pero yo te aseguro que te sentía allí y nuestras miradas eran recíprocas: estabas con nosotros, sin duda. Ese día algo muy importante quedó confirmado porque no es por casualidad que 40 personas de la misma familia (hasta Pepín con lo malo que está) nos hayamos juntado en el mismo sitio y a la misma hora con la que estaba cayendo (nevaba a “trapu cerrau”), comimos casi a oscuras ( se cortó la luz) y a oscuras debieron hacer la sopa porque salió muy aguada. Este contratiempo no nos va a quitar las ganas de seguir con nuestras reuniones extraordinarias y con “fartura” de verdad, porque somos estupendos, un orgullo.

Quili, yo tenía empeño en hacer esta comida igual que todos, está claro. Sin más explicaciones porque ya se vio, pero moví algún hilo. Y fue por las últimas palabras que me dijiste: “Vete tranquila prima, que todavía tenemos que hacer otra comida”. Eso me llegó al alma.

Seguro que tú lo celebraste con los seres queridos que ya hicieron el último viaje y te recibieron con los brazos abiertos. Un día, no muy lejano, llegará el día en el que nos podamos abrazar y nuestro abrazo será intenso e interminable. Ese que quise darte el último día que nos vimos. Las dos fingíamos y no queríamos una despedida trágica.

Con este inmenso amor pienso y pensaré siempre en ti.

Gracias querida por el ejemplo que nos dejas, porque en medio de todo lo malo podemos llenar nuestra vida de soles.

Te quiero, mi amor.

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