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Deberíamos celebrar más Navidades al año

26 de Diciembre del 2018 - Carolina García Montes (Arriondas)

Navidad, qué bonito nombre tienes.

¿Quién no recuerda esas Navidades en las que sentados a la mesa oía contar a sus abuelos las historias de su familia?

Cada familia tiene una manera distinta de celebrar la Navidad.

En mi casa recuerdo que deseaba todo el año que llegasen estas fechas. No por los regalos, ni por los polvorones, ni siquiera por las tardes de frío en la que veía películas de Navidad con mis padres en salón.

Lo deseaba porque era el momento perfecto para empaparme de las vivencias de mi abuela, que te atrapaba bajo sus brazos como si temiera que algo malo podía sucederte allá afuera.

O cuándo de niñas me confundían con mi prima (aún sigue sucediendo veinte años después).

O sentarme en la alfombra de la casa de mis abuelos a ver la lotería. ¿Cómo voy a olvidar a mi abuela diciéndome que tenía que quedarme con todos esos números? Quizá por eso se me dieron siempre mejor las letras.

En mi casa las Navidades eran recuerdos cargados de pequeños momentos que cuándo te haces adulto los recuerdas con cariño.

Y lo digo así, porque mi abuela ya no está.

Quien tuvo la suerte de conocer a mi abuela sabe que sería imposible olvidarse de ella.

Temo el día que no recuerde a qué olía, el color de su pelo, de sus ojos o las pocas arrugas que tenía. Pero entonces recuerdo que siempre me dijeron que podremos olvidar a las personas, pero nunca lo que nos hicieron sentir. Y ella me hacía sentir en casa.

Aún tengo a mi abuelo, que es una especie de héroe sin capa que se ha desvivido por vernos sonreír incluso cuando merecíamos un buen castigo. A él era a quien recurríamos cuando querían dejarnos sin postre, sin salir o nos tapaba nuestras primeras veces.

Mi prima tampoco está hoy, ni mañana, ni en los próximos meses.

Y fue ella la que por su trabajo a veces celebra la Navidad con la familia en abril, en septiembre o en enero, la que me hizo entender que no se pierde la esencia por celebrarla en otras fechas que no sean estas. Es más, podemos celebrarla hasta en la playa.

Deberíamos celebrar más Navidades, no sólo una vez al año.

Sentarnos alrededor de una mesa, con las personas que más queremos, una buena comida, maridada con un buen vino, mientras oímos historias que nos hacían felices, porque los pequeños placeres no están pagados, simplemente hay que buscar un poco de tiempo para construirlos.

¿Y qué decir de las dos mejores personas del mundo? Mis padres. No podía dejar de hablar de la Navidad, sin hablar de ellos. Para mí, ellos no sólo son la Navidad, son todos los días del año. No podría imaginarme un mundo sin las tardes de sofá con mi madre, ni las decoraciones navideñas de mi padre, tampoco del orgullo que sienten al hablar de mis decisiones en la vida, aun sabiendo que me voy a caer una y cien veces. Porque en esta vida no hay mejor sensación que saber que siempre tendrás un lugar al que regresar por muchos miedos que aparezcan.

Celebremos más Navidades, de esas que las horas pasan y no quieres moverte ni un minuto. Sin regalos. Sin estereotipos ni ropa cara, dediquémonos a convertir "un veámonos más" en nos vemos.

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