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¿Belén o Nazaret?

3 de Enero del 2019 - Miguel Ángel Forascepi Roza

«En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna, la Virgen y San José y el Niño que está en la cuna…».

Según la tradición popular, Jesús de Nazaret habría nacido en Belén. No dejaría de ser paradójico que a alguien nacido en esa aldea de Judea, cercana a Jerusalén, lo apodaran «de Nazaret» ˗localidad de Galilea, al norte, lejana de Belén˗. En el mundo antiguo esta forma de referirse a una persona indicaba su lugar de nacimiento: Pitágoras de Samos, Tales de Mileto, Osio de Córdoba, etcétera. Por tanto, hay que pensar que Jesús de Nazaret había nacido en esta localidad de Galilea, una zona judía marginal, muy alejada de Jerusalén y de su templo. ¿De dónde procede, entonces, la tradición de su nacimiento en Belén?

Pablo de Tarso, el primero en escribir sobre Jesús (51 d.C.), nada nos dice sobre su nacimiento ni sobre su vida terrenal, sólo le interesa su resurrección. De los cuatro evangelistas, dos ˗Mateo y Lucas˗ sitúan su nacimiento en Belén, aunque con narraciones dispares e irreconciliables, y los otros dos ˗Marcos y Juan˗ dan por supuesto su nacimiento en Nazaret. Incluso Mateo y Lucas se olvidan después de Belén y Jesús es simplemente ˗como en Marcos y Juan˗ Jesús de Nazaret, Jesús el Nazareno o Jesús el Nazoreo.

Cuando Jesús se manifiesta públicamente como el Mesías, la gente comenta: «¿Es que el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías será del linaje de David y que vendrá de Belén, el pueblo de David?» (Juan, 7, 41-42). La gente, pues, da por hecho que Jesús ha nacido en Nazaret y ello es un obstáculo para creerle el Mesías.

Mateo (2, 1-23) hace residir a José en Belén y por eso tiene grandes dificultades para explicar por qué Jesús acaba viviendo de modo permanente en Nazaret y por qué le llamaban «el Nazareno», y da un largo rodeo para llevar a José y familia de Belén a Nazaret: tras la huida a Egipto explica que no regresan a Belén sino que van a Nazaret por miedo al hijo de Herodes que gobierna Judea. Dice el jesuita John Meier (Un judío marginal, I, p. 226): «Curiosamente, la solución de José al peligro representado por un rey que es hijo de Herodes el Grande consiste en ir a Galilea, ¡cuando allí gobierna Herodes Antipas (el futuro ejecutor de Juan Bautista), otro hijo de Herodes el Grande! De Guatemala a Guatepeor. José tiene un extraño concepto de las medidas de seguridad».

Lucas sigue el esquema contrario: María y José residen en Nazaret (1, 26-28) y para que vayan a Belén se inventa un censo ordenado por el emperador Augusto, siendo Quirino gobernador de Siria (2,1). En primer lugar, Jesús nació en tiempos de Herodes el Grande, que murió el año 4 a.C. Por tanto, Jesús tuvo que nacer antes de esa fecha. Y el único censo que tuvo lugar siendo Quirino gobernador de Siria se realizó el año 6-7 d.C. (Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, I, pp. 515-549) cuando Jesús tenía 10-12 años, luego no pudo ser motivo del supuesto viaje a Belén. En segundo lugar, aun admitiendo un censo, no tenía por qué viajar toda la familia: «María no tenía por qué acompañar a José a inscribirse en el censo, y su avanzado estado de gestación habría sido un argumento convincente para no ir con él, no habiendo obligación de hacerlo» (J. Meier, p. 226). ¿Entonces?

El meollo de la cuestión está precisamente en el interés de Mateo y Lucas por justificar que Jesús era el Mesías, haciéndolo nacer en Belén, de la estirpe de David «según las Escrituras». Se trata, por tanto, de una narración inventada al modo de las historias del Antiguo Testamento, para justificar que Jesús era el Mesías, el Cristo, una vez que las comunidades cristianas así lo habían asumido. Hay que tener en cuenta que Mateo y Lucas componen su evangelio en los años 80-90, mucho después de la muerte de Jesús. Es lo que suele llamarse un «teologúmeno» o «teologuema». Así concluye J. Meier (I, p. 230):

«La manera un poco tortuosa o sospechosa en que Mateo y Lucas concilian la tradición predominante de Nazaret con la tradición especial de Belén en sus relatos de la infancia podría ser indicio de que hay que interpretar el nacimiento de Jesús en Belén no como un hecho histórico, sino como un teologúmeno, i.e., como una afirmación teológica […] expresada en forma de relato aparentemente histórico».

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