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Navelgas y su Virgen de la Caridad del Cobre

29 de Enero del 2019 - Agustín Hevia Ballina

De todas mis visitas al occidente asturiano vengo con deseos de expresar por escrito mi sentir y mis impresiones ante tanta belleza en su paisaje, ante lo selecto y exquisito de sus manifestaciones artísticas, ante la apertura de sus gentes a la comunicación. Esta vez acudía a estas benditas tierras casi con un objetivo único, el de empaparme en una realización pictórica que un navelgasense de pro, pintor eximio, amante de su pueblo como pocos, prototipo de bonhomía y de generosidad, hombre digno de todo elogio, por cualesquiera de los puntos cardinales de la rosa de los vientos que quieras contemplarlo.

Por supuesto habrás adivinado que se trata de Manolo García Linares, prolífico autor de artísticos cuadros y pinturas numerosas, con muchas exposiciones, siempre exitosas, a sus espaldas.

Las hermosas tierras de Navelgas se ofrecen al visitante pródigas en sorpresas, abundosas en descubrimientos generosos de un mundo rico e ilusionante. He de comenzar expresándote que normalmente cuando visito una parroquia preparo una pequeña nota orientativa, de modo que la visita me resulte más provechosa. Llevaba ya sabido que Navelgas se encontraba en la donación de Fruela II, del 24 de octubre de 912, cuando dice: “en el territorio del Esva hago donación de la Iglesia de San Fructuoso en su integridad y la iglesia de San Juan de Navelgas, igualmente en su integridad”. Más tarde, en el siglo XIV, figura Navelgas como perteneciente al Arcedianato de Ribadeo y al Arciprestazgo de Los Valles, cuya mención se encuentra en el Libro Becerro de la Catedral y es como sigue: “Santianes de Navelgas es de presentación e institución del Obispo. Dos tercios de los diezmos pertenecen al capellán y un tercio a Su Señoría”.

La iglesia de San Juan de Navelgas es de planta de cruz latina, con retablos barrocos, de buena hechura en el crucero, y de estilo rococó, el mayor. En una capilla del lado del evangelio, quizá la parte más primitiva de la Iglesia, se venera, desde al menos, según Emilio Pérez, erudito local, que tanto ha investigado sobre su pueblo, la Virgen de la Caridad, citada como de devoción en Navelgas desde el año 1655, calificativo -el de la Caridad- al que los emigrados a Cuba añadieron la expresión “del Cobre”, que es la patrona de Cuba y cuya devoción trajo un emigrante, como cumplimiento de una promesa, habiendo superado los peligros de un más que probable naufragio. En la bóveda y en los laterales de esta capilla quiso Manolo García Linares dejar testimonio de su buen hacer, pintando como complemento de la imagen de la Virgen de la Caridad, donación de Faustino Rodríguez, un emigrante a Cuba, toda una composición, que llena la bóveda, el fondo de la capilla y las paredes laterales. La escena se inspira en uno de tantos episodios de naufragios, que están ocurriendo en las costas de Italia y particularmente centra el enfoque de la atención, en el tierno cuerpecito del niño de 3 años, Aylan, muerto y acariciado por las olas en una playa cualquiera del mundo. Los diminutos playeros del niño aparecen al lado del menudo cuerpecito de Aylan. En la fotografía de la tragedia original, los zapatitos del niño aparecen todavía en sus pies, con las suelas gastadas, con los tacones agujerados de tanto caminar, en su corta existencia, por las fragosidades de este mundo rebosante de crueldad, con los náufragos de las pateras, que inspiran la composición de García Linares.

No pude menos de leer a los que me acompañaban en la visita a Navelgas un texto que me habían inspirado las suelas gastadas de Aylan y que publicó LNE el 14 de septiembre de 2015: “Un rasgo dramático descubro en las suelas de tus playeros, Aylan querido: tus tacones se hallan desgastados y dejan un gran agujero, efecto y consecuencia de tu largo caminar. Dejan bien insinuada la idea de ese andar inacabable de tus 3 añitos por esa existencia zarandeada hasta límites inimaginables, de la mano siempre de tu madre, con el cariño inmenso que te transmitía fuerza, recorriendo los senderos, los recovecos oscuros, los laberínticos pasillos de las cancillerías, de los gobiernos, de los ministerios, en trámites de nunca acabar, para concluir diciéndoos, como a María y a José: ‘para vosotros no hay sitio, no queda lugar en las posadas de este mundo’, de este mundo diremos de crueldad".

Ahora y con ansias de perpetuidad, tu cuerpecito, Aylan querido, todos vosotros los miles de Aylan, de niños Aylan que ha arrojado a las playas todas de la “Ecumene”, cruelmente, inmisericordemente, despiadadamente el mar, allí en Navelgas, has encontrado la posada en que reposar. Ahora, niño Aylan, allí en la playa infinita de la Iglesia de San Juan de Navelgas, acariciado por las olas, en el fragor horrísono de una tempestad, entre miles y miles de náufragos, que alzan sus manos a la Virgen de la Caridad del Cobre, allí arropado por tu madrecita de la Caridad, sin el consuelo de tu madre de todos los días, de tu madre que también se te tragó, entre las amarguras de una muerte angustiosa, el mar. Allí, sobre los miles de playas del universo, cientos y cientos de pateras, de embarcaciones perdidas a la deriva, allí un rayo para la esperanza que irradiaba de los miles y miles de lámparas encendidas que reflejaban en los cobres del camarín de la Virgen del Cobre, que se traducen en rayos de ilusión para quienes se hallan en la mayor necesidad.

Retorno de Navelgas, como retornarán cuantos visiten la Iglesia de San Juan de Navelgas, con el corazón oprimido de tanto reflexionar. La imagen que guardaba en los Archivos del alma y de la conciencia se me ha hecho patente realidad. Un niño de 3 años tan sólo, acariciado por las olas de una playa, entre miles y miles de náufragos constituye una acusación de crimen de lesa humanidad. El Papa Francisco se alza entre tanta cobardía, entre tantos sacudirse de hombros, como si no fuera cosa de cada uno, de los gobernantes, que con torcer la mirada hacia otra parte, como si no fuera con ellos, insinúan que ya han logrado la solución. La voz del Papa resuena atronadora, clamando misericordia, apelando a gritos a la justicia para que los inmigrantes de tantos países, reciban la posada y la acogida que inmisericordemente se les niega. En la Iglesia de Navelgas un grito también brota de una pared, en que un pintor sensible con las circunstancias de los tiempos quiso dejar para la Iglesia de su pueblo, en una obra de exquisito arte, proclamando a gritos que también el arte tiene una palabra que decir y allí, a los pies de la Virgen de la Caridad del Cobre, ante el desolador retrato de un niño Aylan, de 3 años y no más, queda una acusación exigente a no poder más. Gracias, Manolo García Linares, porque has legado a tu parroquia querida un testimonio de tu amor al pueblo que te vio nacer, donde y en exclusiva se puede reflexionar en el drama más terrible que, en este azaroso siglo XXI, está viviendo la Humanidad. Gracias, sí, Manolo, amigo a quien cada día quiero y aprecio más. Gracias mil y mil veces, porque has enriquecido con el tesoro de tu expresividad a la Iglesia en que tus padres te impusieron el nombre de Manuel y te convirtieron en cristiano, que es ser, como dice el padre Astete, “discípulo de Cristo”, cuyo signo es la Santa Cruz.

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