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En el terreno que nos toque

28 de Diciembre del 2018 - Justo Roldan Vidal (Oviedo)

Las convicciones de cada uno se defienden siempre en el terrero que cada época de la historia nos pone para un debate en libertad y en democracia. Hoy, nos toca hacerlo en un terreno hostil, pues aunque hace más de cuarenta años que muchas familias, muchos padres, y hasta muchos hijos, hemos dejado la tutela de Estado por propia voluntad, y de una forma libre y democrática, ahora deberemos de ser consecuentes, y admitir la "confrontación" de ideas, en un terreno donde hay que remar contra la corriente; donde la situación, social política y cultural dista mucho de ser la más idónea para formar personas, con toda su dignidad. Donde igualmente, los populismos y los expositores de una sociedad sin límites, han encontrado un terrero fértil, para que crezca la maleza, que nada da, y todo ahoga.

No podemos claudicar de la verdad, de nuestra verdad, de la verdad histórica, antropológica y cultural. No debemos de huir de los retos, de quienes quieren hacer ensayos con el ser humano, llegando a desposeerlo de su dignidad, desde su nacimiento hasta su muerte. Ningún hombre, es más, que otro hombre; por lo cual, nadie tiene ni el derecho ni la legitimidad, para "forzar" su voluntad, o manipular su conciencia, sobre todo, con el único fin de servir a intereses de parte, en favor de un utópico todo. Así es, que ante este estado de desnaturalización de las costumbres, dejadez de las responsabilidades, abandono de los deberes más elementales para con el prójimo, (sobremanera para los más indefensos), el desarraigo de nuestras costumbres, y el olvido de nuestros valores, nadie puede seguir aletargado, esperando que "escampe", porque después ya será demasiado tarde. Ni tampoco podemos permitirnos el lujo, de llegar tarde a la cita con el antagonista ideológico. Hemos de salir a su encuentro, en su terreno, en el campo de juego que nos está tocando vivir y convencer. Que se oiga nuestra voz, a cada grito en la calle. Nuestro voto electoral siempre, a quienes defienden en democracia nuestros valores, expresados sin cortapisas en los programas electorales y con hechos en sus manifestaciones públicas.

No valen las medias tintas, ni las tibiezas, ni lo políticamente correcto. A las cosas, a los hechos, a las situaciones, hay que llamarlas por el nombre que las define tradicionalmente. Y no por las nuevas definiciones, que gustan de emplear, a quienes quieren adoctrinar a todo el que puedan, o al que se deje; Pues falseando "el cociente", de una división correcta, sin una "regla de tres" simple, que de utilizarla, nos daría un cociente, real, exacto y verdadero, realizan las operaciones, los progres, para que salga aquel resultado que más les interese.

Y es que hoy, nos toca un terrero, no ya hostil, si no a punto de ser arado, y trillado, para esparcir en él la semilla del rencor, del odio, de la envidia, y de la mentira. Y es; que las malas hierbas, nacen igual que las buenas. Por lo que los rencores son fáciles de esparcir, la envidia muy rápida en su desarrollo; y la mentira muy eficaz para una buena cosecha. Y este es el medio del que se sirve el "sembrador" de todos los males: ¡La mentira! Algo que de por si debiera de estar erradicado, del comportamiento humano; prohibido expresamente en todos los medios de comunicación. Perseguido siempre, por la verdad, que es la luz, que enciende el entendimiento para poder discernir.

¿Alguien puede confiar, en un medico, en un juez, en un político, en un catedrático, en un amigo, en la esposa o el marido, en un hermano o padre que nos mienta?; sería horroroso llegar a no confiar en nade. Pues se está haciendo... sí, se hace con demasiada facilidad, y sin consecuencia alguna: se miente sin pudor, sobre la fama y el buen nombre de las personas. Se miente, en los medios de comunicación, cuando no se distingue entre lo que es noticia; de lo que es opinión. Se miente, en el destino del hombre, su biología; en quien tiene la potestad para educar, formar y criar a los hijos. Se miente, por un voto, por un cargo, por dinero ante un juez, y por una mala humanidad a un enfermo. Se miente, falsificando la historia: sobre las intenciones de quienes la protagonizaron; y se miente en general, para huir de la responsabilidad ante el otro.

¿Y todo por qué? Por quedarnos callados, ciegos y mudos, ante los profesionales, del embaucamiento. Por no defender lo nuestro, ni tampoco a los nuestros, que son quienes hicieron que hoy todos podamos ser sembradores. Unos de hierbajos y otros de semillas productivas, pero todos en el terreno que hoy tenemos.

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