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El cuarto cubierto y el caldo

1 de Enero del 2019 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

Su manejo ya es intuitivo, más que unos palillos chinos en China, una cuchara, un tenedor o un cuchillo aquí en Europa y, supongo, también en las Américas.

¿Me preguntan ustedes de qué se trata? Pues bien, les adelantaré unas pinceladas para ir centrándonos. En la última conversación con mi amiga Bea –que nació el mismo año que mi madre, allá por el año 1922–, me enteré por boca de ella que ahora en todas las mesas había un cuarto cubierto a la hora de comer o tomarnos cualquier vianda a la mesa. Me dejó boquiabierto al decirme su nombre: el cuarto cubierto.

Los comienzos de esos recuerdos en la conversación, por parte de Bea, surgieron cuando mencionamos el caldo que diariamente se hacía en todas las cocinas del occidente de Asturias hasta los años setenta del pasado siglo. Este manjar de inigualables cualidades –téngase en cuenta que se comía a diario y no cansaba–, que hoy sigue haciéndose como entonces en lo que a ingredientes se refiere, se compone de verdura (berzas, rabizas, grelos, repollo), fabas, patatas, lacón, tocino, chorizo, morcilla, unto, agua y sal. Es pariente muy cercano del pote. La principal diferencia es que el pote lleva la verdura picada más menuda y, algunas veces, se le incorpora butiellu. Caldo y pote asturianos discrepan a la vista por su color con el gallego. El de nuestros vecinos no lleva embutidos, por lo que su aspecto es de blanco inmaculado. Sin duda el caldo gallego no puede tener las bondades del nuestro. Su falta de color no nos entra por los ojos ya que, si lo hiciese, hubiésemos copiado su fórmula hace ya muchos años, pues lo cocinan muy cerca de aquí, al otro lado de la ría.

El caldo, que lo conozco bien, antes se tardaba toda una mañana en cocinarlo. Se hacía a fuego lento en cocina de leña, con la abuela vigilante controlando ingredientes, tiempos y fuego. Actualmente el caldo se cocina de ralo en ralo en casi todos nuestros hogares. Ahora, cuando se adereza, también se reduce un montón el tiempo de cocción, ya que la vieja pota colorada se ha sustituido por modernas ollas rápidas. Ello trae consigo una merma en su calidad, claro está.

En aquellos tiempos del caldo diario, con diferencia era la cuchara el cubierto más usado. Lo seguía un único cuchillo para uso de todos los comensales, para cortar compango y pan. Y, por último, el tenedor, que sólo se usaba de vez en cuando para ayudar al cuchillo a trocear el compango.

Primero por culpa de la televisión y ahora por la suya, se han acabado las conversaciones a la hora de todas las comidas. Prácticamente no se suelta de la mano, para no abandonar su uso, desde el principio al fin de cada ágape.

Les prometo a ustedes que hoy mismo mandaré un duplicado de esta carta a los Reyes Magos de Oriente pidiéndoles que, por favor, hagan caso omiso a todos aquellos que osen pedirles el cuarto cubierto. Pero antes de hacerlo, lanzaré voz en grito a los cuatro vientos:

–¡Malvado teléfono móvil, que, además de robarnos el tiempo, tantos problemas nos acarreas y, encima, no podemos vivir sin ti!

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