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El buen ejercicio de la caza

17 de Marzo del 2010 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

¿Está la opinión pública bien informada sobre la conveniencia del ejercicio de la caza? Tal parece que no es así. ¿Perdemos el mundo de la caza, su colectivo, la batalla de la información frente a otros sectores de nuestra sociedad, denominados conservacionistas? El ejercicio de esta actividad, desde su dinamismo actual, vive momentos de controversia originado por el ruido de análisis desproporcionados, de nivel despreciativo, con exposiciones, preferentemente, deficientes e interesadas.

A veces sucede que aptitudes y comportamientos dentro de la caza no deseados, reprobados por nuestro entorno, que puntualmente se hayan podido dar, conceden la oportunidad a personas o grupos de posicionarse contrariamente, con exposiciones de contexto peyorativo sobre la cinegética. Como en todos los órdenes de la vida, los cazadores no somos equidistantes de las situaciones y aconteceres que derivan hacia posiciones punibles y, también en nuestro «gremio» conviven individuos invasores de la normativa que la ley nos otorga y a la cual nos debemos. Denostar la caza por estos supuestos, adjetivar con calificaciones inapropiadas, por aquellos que lo hacen; no conceder a la caza categoría como elemento de magnitud social, por la falta de una justa comprensión o entendimiento, elaborados desde idealismo primarios, con carga de pretenciosa animosidad, debería ser el acicate, el punto de inflexión que nos mueva hacia políticas informativas, de claro sentido objetivo, garantes por sí mismas de una necesaria calidad pedagógica, imprescindible en la transmisión a la ciudadanía, dado el escaso conocimiento real que ésta muestra sobre la caza y sus componentes.

Seguramente sea nuestra responsabilidad –la de los cazadores– la que tenga que obligarnos a ser más explícitos sobre la conveniencia de ofrecer aspectos esclarecedores hacia los elementos básicos de su concepción y desarrollo y el valor intrínseco que la caza, con un ordenamiento y gestión adecuada, se posicione y afiance como un elemento contributivo más del conjunto de factores que aportan sostenibilidad, no sólo a nuestros ecosistemas de fauna y flora, sino que también al conjunto de la actividad económica, actualmente tan necesitada de reactivación, con especial contribución, de incidencia directa, sobre el mercado de trabajo.

Dar volumetría más pragmática sobre las prestaciones que la venatoria ofrece a la sociedad, definirlas constantemente, aunque sea con un formulismo reiterativo, no debería decaer en su grado de intensidad; la conveniencia en mantener este dinamismo ha de ser una decidida apuesta para contrarrestar las dañinas acusaciones que se vierten sobre le cazador. Es verdad que a la caza han arribado personajes de nuevo cuño, carentes de sensibilidad y con desconocimiento supino de la ética más elemental en esta materia que nos atañe. Pero esto último no debe ser óbice que nos impide –a los practicantes de este ejercicio–, ser reconocidos con equidad.

Las sociedades cinegéticas gestoras, los organismos intervinientes y de los cuales dependen, deberían ahondar más en esta necesidad; se echa en falta, en sus programas, actuaciones concretas dirigidas a subsanar estas deficiencias tan cruciales para el futuro de la actividad venatoria. No debemos dejar en el olvido algunas de las secuencias que se suceden –cada vez más frecuentes–, durante la celebración de cacerías. En el país vecino, Francia, son constantes las interrupciones –cualquier disculpa es válida– que se producen en el transcurso de las cacerías con el ánimo de erradicar totalmente esta actividad.

Así las cosas, perseverancia, calidad y claridad en nuestras exposiciones, intensidad y celeridad –el tiempo apremia–; prestar atención a hechos acontecidos –que aporten experiencia en estrategias de futuro– y que a no tardar, sino remediamos antes, nos harán partícipes y focos de atención generativos de equívocas interpretaciones, de quienes tienen en su «punto de mira» con la finalidad de abatir esta secular tradición dejada en herencia por nuestros antepasados.

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