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El gran negocio de la descentralización recentralizada

4 de Febrero del 2019 - José María Casielles Aguadé

Un amigo experto en grandes inversiones de negocios ha tenido la bondad de desvelarme una práctica –para mí sorprendente– que ya se viene aplicando con reiterados éxitos, tanto en España como en el resto del mundo, y que se puede centrar en la frase que sirve de título al comentario de hoy: descentralizar y recentralizar.

Ciertamente hay que contar con gran potencial de recursos, y normalmente con una posición de preminencia política que permita decidir la deslocalización de un área urbana de gran actividad actual, y reimplantarla en un barrio periférico.

Está claro que debe elaborarse previamente la “milonga” necesaria para justificar este proceso, como: mejorar el tráfico urbano, descongestionar la atmósfera, facilitar ciertas ampliaciones urgentes y presuntamente necesarias. Por ejemplo: deslocalice usted un importante centro sanitario, un complejo universitario u otros servicios públicos relevantes. Los nuevos terrenos escogidos para la recentralización se revalorizarán como no puede imaginarse, y ciertamente el área de las viejas instalaciones se deprimirá de forma deplorable, si desgraciadamente no se han tomado las medidas para amortizar el previsible impacto.

La técnica se ha experimentado en Madrid, Barcelona y Oviedo. Funciona. Se está ensayando también con los medios de transporte (coches de diversa forma de tracción, bicis, monopatines y triciclos). Tanto a usted como a mí nos sorprenderá seguramente que se trate de imponer estas nuevas medidas, con exasperada urgencia, cuando aún no se dispone de la legislación adecuada que regule la circulación de estos vehículos; normativa que razonablemente debe afectar a todo el territorio nacional, para que el sufrido Juan Español no tenga que dotarse de un mamotreto que reúna la legislación de todos los municipios de este país. Naturalmente, las nuevas disposiciones de tráfico urbano afectarán también a aparcamientos y garajes, en los que los ciudadanos han hecho inversiones importantes. También es aplicable la descentralización a medios de comunicación interpersonal, como lenguas y dialectos, con indeseables consecuencias para la lengua española, que hoy cultivan quinientos setenta y siete millones de personas en el mundo. Por supuesto, no cuenta la consideración de “prejuicios” tan modestos como la precisión, la seriedad y la eficacia, que ya no se llevan. Sí que hay que cuidar y organizar la “justificación” del programa, llévenos a donde nos lleve, sin que importe si es adelante o atrás, y si el cambio va a facilitar o complicar la vida de los ciudadanos afectados, porque de eso no se trata. El mecanismo llega a aplicarse a escala internacional, y líbrenos Dios de que nos coja desprevenidos, porque lo pagaremos caro. Los “errores”, así como los horrores y fallos en las experiencias políticas, son como los cometidos en la dirección de vehículos y se pagan tres veces: el tiempo invertido en marchar por la dirección equivocada, el empleo en rectificarla y el dejado de progresar en la correcta.

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