La aventura de sacar el carnet de conducir
La aventura de sacarse un carnet de conducir no debería ser más que eso, una aventura, culminada felizmente por tantas personas todo el tiempo. Sin embargo, durante los últimos meses he presenciado un caso especialmente duro, el de mi cuñada, que me veo obligado a relatar aquí, ya que no he encontrado ninguna manera de hacerme escuchar por otros medios.
Esta persona, tras pasar mucho tiempo intentando sacarse dicho carnet, ha llegado a un punto hastío, de malestar psicológico y económico por el que ha decidido finalmente tirar la toalla, al verse prácticamente expulsada del sistema por la forma en que se ha visto tratada por no una ni dos, sino hasta tres autoescuelas distintas.
En una de las autoescuelas se llegó a gastar más de 600 euros, únicamente para acabar sintiéndose ofendida por la profesora, tratada de manera hiriente y nada constructiva que no sólo no la ayudaron, sino que consiguieron prácticamente expulsarla, y a pesar de todo ella nunca llegó a poder examinarse en condiciones.
Tras tener que cambiar de autoescuela comenzó en otra donde llegó a pagar la astronómica cifra de 2.600 euros, fue preparada adecuadamente, tuvo un profesor bueno en un primer momento, preocupado y atento, hasta que imprevistamente se lo cambiaron por otro.
Durante esta etapa llegó a realizar exámenes prácticos con resultados muy sospechosos, pues durante los mismos y al acabar decían que había tenido una serie de fallos y errores, que luego no coincidían con los que se especificaban en la autoescuela, ya que éstos le enumeraban otros completamente diferentes y más graves, de manera que tenía que continuar recibiendo más clases para poder presentarse nuevamente al examen.
Tras esto, y empeñada en sacarse el carnet no por capricho sino por necesidad, decide cambiarse a una tercera autoescuela. En esta tercera opción llegó a gastar más de 3.000 euros.
En resumen, quiero denunciar toda esta situación de malestar, decepción y la sensación de sentirse burlada. La ofensa y malas formas cometidas tanto por las autoescuelas como por los examinadores con los que mi cuñada se cruzó en el camino. La “red” de profesores que se pasan alumnos de unos a otros, aquellos que supuestamente no deben ayudar y enseñar y en vez de ello da la sensación de que, con la confabulación de los examinadores, pretenden favorecer a unos alumnos y a otros no.
He escrito esta carta contando la experiencia de mi cuñada por la impotencia de no poder hace nada más que darlo a conocer. Que pese al esfuerzo y empeño que puso, habiendo aprobado el teórico y quedando sólo el práctico, no pudo superar esta última etapa por todas las trabas y baches que halló en el camino.
Jesús Luis Rodríguez Ozores
Oviedo
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