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Ultimo pozo minero

1 de Enero del 2019 - José Viñas García (Oviedo)

Los miles de mineros que ejercieron su labor durante más de un siglo en Asturias ven cómo su aportación al progreso de España cuando era la única fuente energética al alcance de las posibilidades del país por entonces, ya que, con carbón funcionaban las fábricas, centrales térmicas, trasportes, calefacción, cocina, electricidad... en una palabra, sin carbón el país se paralizaba; ahora se les esfuma ese mito minero que fue tan real como ellos mismos y un medio de vida, un trabajo duro y penoso, pero decente (cómo no lo son ahora casi ninguno de los aporta esa reforma laboral del PP). Donde había un pozo minero la vida y la alegría se percibía, conformaba dinamismo económico a su alrededor... pocos trabajos tenían ese arraigo entre las familias de las zonas mineras y ese respeto del resto de la sociedad "mineru lu quiero, madre".

Es un sentimiento de tristeza y nostalgia que solo quienes mamaron la mina desde niños sienten la pérdida del cierre de las minas. Aunque a ninguno de sus hijos quisieran verlos trabajar en la mina, ellos aún perciben ese olor del carbón mientras picaban, el sabor del polvo en suspensión, la resina de la madera al cortarla, el golpeteo del “hachu” sobre la mamposta, el ruido del martillo arrancando de las entrañas de la tierra el carbón, el grisú que se percibía y acechaba, el sudor constante de todos los compañeros. Un contraste de olores, sabores, ruidos y miedos difíciles de olvidar.

No contaremos los innumerables accidentes, donde ningún minero se escondía a la hora de ir a rescatar a los compañeros. Nadie sabe lo que es afrontar un reto similar, donde techo, costeros, carbón y bóvedas se entrejuntaban conformando una garduña mortal, a pesar de ello, los compañeros siempre dispuestos a correr riesgos, incluso solo para sacar un cuerpo sin vida de ese compañero. Los avatares de cualquier día de mina son inigualables en cuanto a riesgo, esfuerzo, insalubridad y miedo. Ese miedo decidido a ser vencido del minero, ese miedo que te hace interpretar y asumir ese trabajo inhumano cómo un estimulante que necesita el minero y que solo él es capaz de representar en toda su extensión.

La mina engancha, una contradicción con la difícil y penosa tarea diaria. Pero así es, el minero cuando bajaba al pozo o entraba en la mina, iba percibiendo ese ambiente que le atraía, es difícil de explicar para quien no ha trabajado durante 20 o 30 años, siete horas al diarias en condiciones que muchas veces no le dejaban prender el sueño pensando donde tenía que meterse al día anterior, y al siguiente. No destacaremos ninguna categoría, todas necesarias y con sus características y peculiaridades, pero si alguna sobresale por encima de todas es la de picador, que trabajaba en el arranque del carbón, en el frente, con solo un martillo y un “hachu” se enfrentaba a las dificultades y riesgos con la maestría de un artesano envuelto en sudor y un esfuerzo sobrehumano constante y diario.

En la mina, todos confiaban en todos, el ayudante del picador, el picador del vigilante, el vigilante del capataz, el capataz del ingeniero, todos conformaban la familia minera, un grupo que bajo tierra se engranaba al son de la productividad, la seguridad y un compañerismo inigualable. Ser compañeros de saraos y fiestas lo es cualquiera, compañeros en la mina sólo los mineros son capaces de llevar ese compromiso por encima de su propia vida.

Conocí ingenieros y capaces que cada día bajaban a la mina, supervisaban la manera de mejorar producción y la seguridad, los picadores, vigilantes y ayudantes en vez de percibirlos cómo al superior que les vigila y controla, se sentían acompañados, protegidos y halagados por tener esos mandos superiores que también necesitaban el olor de la mina cada día.

Es difícil que nadie te comprenda, sólo los mineros saben de qué hablo, la mina nos hizo hombres y mejores personas, saber valorar lo importante que es la luz del día, el respirar aire fresco, la sonrisa y el brazo de tus amigos y familia. Pero a pesar de ello, el minero necesitaba entrar cada día a la mina, algo que nadie sabe explicar por contradicción.

Mineros: un abrazo enorme. Les deseo un año 2019 inmejorable y que vivan el presente, no miren atrás, el pasado solo distrae la mente y la carga de negativa nostalgia.

José Viñas García

Villamiana, Oviedo

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