Esperando a Martina
Nos preparábamos, mi mujer y yo, para un viaje, ante la cercanía de la fecha prevista para el parto de una de nuestras hijas.
Mientras organizábamos las maletas para partir, una llamada de la hija nos anuncia que está en paritorios, en fase de dilatación avanzada. El viaje es largo, y pensamos que durante el mismo tendrá lugar el nacimiento de nuestra nieta.
El tiempo avanza a medida que consumimos kilómetros, sin noticias del alumbramiento, salvo un mensaje inicial de que todo va bien.
A medida que pasan los kilómetros y el tiempo, la tensión aumenta entre nosotros pues calculábamos que el parto tendría lugar en la primera mitad del viaje. Paramos a comer y apenas articulamos palabra, dada la tensión que iba en aumento. Pasan tres, cuatro y hasta cinco horas y seguimos sin noticias.
Por fin, y tras enchufar el GPS, llegamos al hospital donde estaba ingresada nuestra hija, aparcamos y nos dirigimos al interior del recinto por la primera puerta que encontramos y ya en el vestíbulo del edificio nos dirigimos a los carteles orientadores para llegar al área obstétrica.
En ese momento suena el móvil de mi mujer y al otro lado de la línea se escucha la voz llorosa de nuestra hija acompañada de un llanto de bebé. Nuestra nieta Martina había llegado al mundo.
No tengo ninguna duda que nuestra nieta había esperado la llegada de sus abuelos para nacer.
Alfonso Uruñuela de la Rica
Avilés
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