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Las vacunas, ¿y el pescado?

17 de Enero del 2019 - José María Álvarez Álvarez (Trubia)

En los últimos años ha arreciado el enconado debate entre quienes están a favor y en contra de las vacunas. Los que están en contra arguyen que las vacunas llevan compuestos altamente nocivos que afectan al desarrollo cognitivo y al sistema nervioso, como son el aluminio y el mercurio. Lo llamativo del asunto es que ninguna de las partes dicen nada del pescado cuando, como todos saben, tiene unas concentraciones de metales pesados muy superiores a miles de vacunas y se consume regularmente, mientras las vacunas se ponen contadas a lo largo de la vida.

No deja de ser sorprendente -por no decir indignante- que en la UE se fomente el consumo de pescado entre los niños, cuando en EE UU se ha prohibido el consumo de atún, tiburón y pez espada a niños y embarazadas.

Es significativo el hecho de que se estén ocultando los informes científicos en los que se alerta de la toxicidad del pescado por los componentes que ha ingerido en los cada vez más contaminados mares y océanos.

En primer lugar están los metales pesados, como el mercurio, el cadmio, el plomo, que están en el origen de la proliferación de enfermedades neurodegenerativas y neuronales.

En segundo lugar están los microplásticos que ingiere el pescado y que, al no eliminarse, pasa a quien come dicho pescado. Estos microplásticos, como toda sustancia química, afecta al sistema endocrino, lo que parece estar en el origen de la drástica disminución de la fertilidad en los países avanzados, que son los que más consumo de pescado tienen. Se ha constatado en los peces de río un cambio sexual por la contaminación: química –productos para lavar la ropa, etcétera–, se feminizan al adquirir los machos gónadas hembra. El comer pescado quimicado puede ser uno de los motivos del aumento del afeminamiento entre los varones de España y otros países con alto consumo de pescado, como Japón.

En tercer lugar están las microfibras, que como el microplástico pasa al organismo de quien come el pescado, multiplicando el riesgo de tumores.

Los pescados con mayor toxicidad son aquellos de mayor tamaño, así como los de aguas más frías, puesto que los compuestos tóxicos tardan más en desaparecer cuanta más fría es el agua. Así tenemos encabezando la lista, por tamaño, el tiburón, el pez espada y el atún, y, por agua fría, el bacalao y el salmón. Y entre el marisco, la mayor concentración de cadmio se ha cuantificado en las gambas y los langostinos.

Finalmente está otro compuesto que es ingerido y que parece ser uno de los desencadenantes del alzheimer, como es el aluminio. Al someterlo a elevada temperatura y en contacto con los alimentos se vuelve potencialmente tóxico.

Las consecuencias son evidentes, multiplicación de enfermedades neurodegenerativas y neuronales, cambio en el sistema endocrino, algunos tipos de cáncer. Además, hay otro hecho no estudiado, si los índices de inteligencia han disminuido en países con alto consumo de pescado.

Por lo tanto, mucho más importante que el debate de las vacunas es el de la toxicidad del pescado. ¿Por qué los medios de comunicación no informan del mismo? ¿Por qué no se impide su consumo a los niños como en EE UU? ¿Por que las organizaciones de consumidores mantienen un silencio cómplice?

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