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Batalha y Alcobaça, monasterios de triunfo y Fátima, santuario de paz

15 de Enero del 2019 - Ángel García Prieto

Cerca de la ciudad portuguesa de Leiria está situado el mosteiro de Batalha, construido por el rey João I tras la victoria portuguesa en la batalla de Aljubarrota, decisiva para la guerra de sucesión contra los españoles en el siglo XIV. Las fuerzas portuguesas eran muy inferiores a las castellanas, lo que movió al pretendiente luso a hacer la promesa de erigir un monasterio en acción de gracias si la victoria era dada a sus tropas, como así ocurrió.

Y allí, en las estribaciones de la Serra de Candeeiros, se comenzó en 1388 a construir aquella impresionante iglesia gótica flamígera. El primer arquitecto fue Afonso Domingues, al que siguieron otros importantes constructores portugueses y el célebre arquitecto francés Boytac. El monasterio está constituido por un esbelto y elegante templo con vidrieras, la Capela do Fundador, donde permanecen enterrados João I y su mujer, Filipa de Lencastre, los infantes y Enrique el Navegante; le sigue el Claustro Real, en que se unen los estilos gótico y manuelino; la Sala do Capitulo, con una bóveda excepcional; el lavabo y refectorio, ahora panteón del Soldado Desconocido; otro claustro y las llamadas Capelas Imperfeitas (Inacabadas), que están a cielo abierto y son asombrosas, una maravilla del detalle constructivo y de la belleza del diseño. Allí se había proyectado otro panteón real, pero João III cede el interés de continuar enriqueciéndolo, para trasladar los esfuerzos constructivos al portentoso monasterio de los Jerónimos en Lisboa.

Y en otro paisaje a escasos kilómetros se alza otro importante referente nacional, el monasterio románico-gótico de Alcobaça. Su origen se remonta al inicio de la nacionalidad portuguesa, pues comenzó a construirse por el primer rey luso Afonso Enriques. Pero fue destruido por los moros y reedificado a principios del siglo XIII y tiene un magnífico templo de nave de crucería amplia y elegante y varias edificaciones abaciales de notable calidad. Entre ellas, cabe destacar el Claustro do Silencio, la Sala dos Monjes, la Sala Capitular, el Refectorio y la Sala dos Reis, con las representaciones escultóricas de todos los reyes portugueses hasta el siglo XVIII. Como curiosidad, llama la atención el gigantesco hogar-chimenea de su cocina, muy similar al del Palacio Real de Sintra.

En cada una de las naves laterales del crucero hay dos imponentes tumbas, con sus estatuas yacentes, del rey don Pedro I y su esposa, doña Inés de Castro. Esta romántica pareja –recordamos– sufrió el acoso político de los intereses nobles divididos, cuando don Pedro era aún infante y la corte se debatía entre los partidarios suyos y los de los reyes de Castilla. Doña Inés, de cuna gallega y por lo tanto vista como un peligro entre los portuguesistas, es asesinada, con la anuencia del rey Afonso IV. Cuando don Pedro hereda el trono exhuma los restos de su esposa para llevarlos en un solemne cortejo hasta esta nueva tumba. Hecho histórico que ha llegado a crear la leyenda de la “reina muerta”, según la cual el rey habría obligado a besar la mano del cadáver de su mujer a sus asesinos, después de haberla coronado y sentado en el trono.

También en sus cercanías se encuentra el famoso santuario de Fátima, el lugar más visitado de Portugal y uno de los más frecuentados por fieles en todo el mundo. La advocación de Fátima se debe a las apariciones de la Virgen Santa María, que tuvieron lugar en 1917, a los tres pastorcillos, Francisco, Jacinta y Lucía, en aquel lugar, llamado Cova de Iria. Allí acuden millones de personas al año a visitar y a rezar el rosario en la Capelinha (capillita) y entorno, donde se apareció Santa María. Se abre una enorme plaza de quinientos cuarenta metros de larga por ciento sesenta de ancha, para grandes concentraciones religiosas, en cuyos extremos se alzan la basílica de Nossa Senhora do Rosario, con su amplia columnata, de mediados del siglo XX y hasta hace poco templo principal del conjunto del santuario. Pero ahora coexiste, en el otro extremo de la explanada, la basílica de la Santíssima Trindade, para grandes celebraciones, capaz de albergar nada menos que a nueve mil fieles sentados en su nave principal, de arquitectura innovadora, inaugurada en 2007 y diseñada por el arquitecto griego Alexandros Tombazis.

Fátima tiene que ver con la paz, o al menos con los deseos y peticiones al cielo de paz en el mundo y en los corazones de la gente que allí va a rezar o por la que allí se ruega. Centenares de personas acuden a diario y miles, y decenas de miles en ocasiones, como los días 13, que es la fecha mensual en que tuvieron lugar las apariciones, los meses de agosto y en diversas fiestas religiosas del calendario anual. En Fátima hay un ambiente especial, Fátima toca el corazón y es un punto muy importante de referencia cristiana en Europa y en el resto del mundo.

El lugar ofrece también otros atractivos turísticos secundarios, centros de interpretación y museos religiosos, como el Museo de Cera, el Museo Interactivo, el Museo de la Vida de Cristo, y en los aledaños otros de entretenimiento, sobre todo relacionados con las cuevas del Parque Natural das Serra de Aire e de Candeeiros. Por otro lado, Fátima tiene una amplísima oferta hostelera y hotelera, por las razones ya mencionadas de peregrinación y turismo.

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