¡No pintemos a un Rey Mago!
Vamos camino del segundo decenio en este siglo XXI y sin embargo continuamos estancados en algunos asuntos. No llevamos a la acción eso que tanto repetimos con palabras. Se habla de progreso y globalización, de avance y modernidad, pero no nos damos cuenta de los prejuicios que subyacen a nuestras vidas.
Digo esto porque consentimos, por tradición, que en la cabalgata de los Reyes Magos Baltasar siga siendo un blanco al que se pinta de negro. ¿Hay algo más pendenciero y torpe hoy, cuando el movimiento migratorio ha propiciado que entre nosotros confluyan hombres de todas las razas del mundo? Los españoles compramos vajilla en una tienda de chinos y adquirimos un disco en el “top manta” de los negros; pero no se nos ocurre reclamar que entre los Magos de Oriente cada uno sea de una raza distinta.
Una cabalgata con Reyes Magos no pintados nos permite comprobar llenos de alegría que la unidad y el vínculo fraternos son nuestra verdadera razón de ser; la causa y la finalidad de nuestra existencia. Convivencia e integración implican solidarizarse con los extranjeros que sumidos en la precariedad llegan a nuestro país en son de paz, con una actitud de colaboración y aprendizaje. Realmente no me olvido del principio de reciprocidad, con que mantenemos el equilibrio entre nuestros pueblos. Qué bonito es darle una oportunidad a un inmigrante que ha padecido en su infancia y que ha atravesado duras pruebas para salir de su país hasta llegar a otro luchando por su supervivencia.
Un extranjero o inmigrante subido a la carroza en una cabalgata hallaría inesperadamente el cinco de enero el encuentro con una ciudad, donde los adultos renuevan su ilusión a la vera de sus hijos. ¿Acaso los niños no sentirán felicidad al coger los caramelos venidos de las manos de quienes han podido soñar a lo grande en un día?
¡Basta ya de que en la mayoría de los casos a los Reyes Magos en las cabalgatas de España los caractericen políticos, empresarios y adinerados! No es el lujo lo que nos dignifica como seres humanos porque bajo la comodidad de nuestras sistemáticas costumbres anida la ruina. El secreto de nuestra paz interior estriba precisamente en tender un puente hacia los demás hasta encontrar la hermosura de un alma sencilla.
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