Gaspar Llamazares, inexpresivo, procaz y granítico
Gaspar es exiguo, hirsuto, berroqueño; tan firme por fuera como inmune por dentro. Diríase muñeco amish, sin ánimo. Un busto parlante, inexpresivo, de quien nunca percibes la mano del ventrílocuo que le da vida. Hasta aquí, llega la apariencia de cartel del hombre público, la imagen fotográfica que de Gaspar Llamazares proyectan los rayos catódicos.
La otra, la cara oculta del hombre público, es más compleja, curtida en tantos años de luchas intestinas hasta alcanzar el respeto, siempre efímero, del macho alfa, para después cultivar, una vez destronado, la arrogancia impaciente del beta provinciano. Desde la atalaya que le brinda la región de los mil picos, percibe el matrimonio político de su formación como un ataque a sus aspiraciones, tan legítimas como faltas de ideología, por lo que tienen de pretendida titularidad profesional, para reeditar pasadas glorias personales; nunca de su propio colectivo, ya que el paso por la dirección de IU lo fue sin recuerdo, ni de la sociedad que dice servir. Teme el ostracismo, la expulsión de la cancha política, tanto como el gato al agua. O eso creo.
El penúltimo ataque, a la que hasta ahora fue su formación de enganche, lo ejerce Gaspar en sociedad con el ex-magistrado de la Audiencia Nacional, don Baltasar Garzón. Ambos dos, en activa concomitancia con los postulados etéreos de una formación etérea, pero previsiblemente cojonera. Dieron de nombre Actúa, es decir, Actúa tú para situarme yo. Dicen aglutinar, en torno a tan elevado verbo, la izquierda descontenta, lo cual presupone, que ya es presuponer, que el enojo del ciudadano progresista les es ajeno, no va con ellos. Gaspar se sitúa en la hornacina más elevada del retablo reformista y, desde ahí, imparte pedagogía para iluminar, guiar y conducir esta España revuelta hacia el milagro social, no hacia la utopía. Que mientras el milagro es posible, la utopía es horizonte lejano.
Dice Llamazares, con altiva rigidez inexpresiva, que, el otro Garzón, el Judas Garzón, pretende cortarle las alas al promover la apertura de expediente disciplinario. Mientras el segundo argumenta, razonadamente, que don Gaspar, al prestar su identidad a la nueva formación política, entra en conflicto con IU, el líder de Actúa responde que la acusación está basada en un juicio de valor al presuponer que él va a integrarse en unas listas que ni siquiera están confeccionadas. Jamás un político había llegado a tal grado de procacidad berroqueña para con su partido y, lo que es peor, para con sus votantes.
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