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El traje del emperador

19 de Enero del 2019 - José Luis Lafuente Suárez (Oviedo)

Han tenido que pasar 14 años y unas elecciones autonómicas en las que un partido político de reciente implantación permita la instauración de un cambio de gobierno en Andalucía tras casi 40 años de predominio del PSOE para que empiecen a aflorar las verdaderas realidades de la introducción en España, por medios legislativos (la Ley 1/2004, denominada de protección integral contra la violencia de género) de la ideología de género.

El actualizar el tema de la constitucionalidad y eficacia de las medidas derivadas de la aplicación de la precitada ley ha provocado que la extrema izquierda ha empezado a temblar (reaccionando con grosera violencia) ante la salida a la luz de las que, se van conociendo, consecuencias derivadas de la sustitución de la fórmula marxista-leninista de la lucha de clases por la lucha de sexos. De una parte, por datos objetivos: en Andalucía, alrededor de 2.000 asociaciones pretendidamente feministas se repartían 48 millones de euros, destinados teóricamente a las víctimas de violencia doméstica, mientras que a éstas realmente apenas les llegaban dos millones de euros. Según el informe del Observatorio estatal de violencia sobre la mujer, en el período 2014-2016, el 68,6 por ciento de las víctimas eran pareja o expareja de hecho, novias o exnovias, y sólo el 23,3 por ciento eran cónyuges, esto es matrimonio o excónyuges (6,4 por ciento), de lo que se desprende que el matrimonio no constituye el pretendido y denunciado ámbito de dominación sobre la mujer. Esto, además, sin conocerse la nacionalidad, origen o religión de las personas, sujetos activo y pasivo de las acciones violentas. De otra, el transcurso de 14 años desde la promulgación de la inicua ley 1/2004, ha supuesto que la mayoría de las personas, bien sea directamente, o en su caso a través de un hermano, un cuñado, un sobrino, un familiar más o menos próximo, un amigo, un conocido o un compañero de trabajo, haya ido teniendo conocimiento de situaciones de desprotección, utilización fraudulenta de la norma, abuso en el ejercicio de los derechos que de ella se derivan, en perjuicio para el hombre, exclusivamente por razón de serlo, se han producido y producen diariamente.

O sea, como en el cuento, el emperador salió a pasear con su vestido nuevo, que solamente era visto por los inteligentes (pretendidamente feministas); se aireó en todos los medios de comunicación. Y, al fin resultó que estaba desnudo y todas las personas se dieron cuenta ( del interés puramente egoísta que escondía)...

En consecuencia, el tiempo ha de demostrado la ineficacia de una norma que no ha servido en absoluto para evitar la violencia doméstica (toda violencia es lamentable, pero el número real de víctimas mortales se mantiene en torno a las 50-60 desde el año 2001, lo que es un problema, pero no ha de ser una obsesión, salvo para la publicidad interesada y el mantenimiento de las subvenciones); una ley que partía de un deseo de protección para la mujer al entender que "...la agresión producida en el ámbito de las relaciones de pareja del varón a la mujer tiene mayor desvalor que las producidas en esa misma relación por la mujer al varón...", un principio propio de la ideología de género, por supuesto no compartida por la mayoría de la sociedad, pero impuesta en su momento por pura fuerza legal y cuya constitucionalidad sigue siendo discutida (el TC la refrendó por 7 votos a favor y cinco en contra, amén de tres votos particulares) pues no deja de basarse en un "derecho de autor" (en los regímenes totalitarios, la calificación y las penas se establecen en razón a quién comete el delito). Considerando, además, como afirmaba uno de los miembros discrepantes del Tribunal en su voto particular, que en el fondo de la ley late una superada concepción de la mujer como sexo débil.

Por ello, como la realidad social es la que ha de conformar la aprobación de las leyes, la norma de protección integral contra la violencia de género ha de ser derogada y sustituida por verdaderas, eficaces medidas de protección a la familia, de control de la emigración, reasunción y respeto por nuestros valores culturales occidentales, con rechazo de las políticas buenistas de demagogos falsarios.

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