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Citas en el HUCA: de mal a peor

1 de Febrero del 2019 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

Ya es harto sabido, y creo que todo paciente lo tiene asumido, que cuando se acude a una cita de consultas externas del HUCA la espera sobre la hora prevista para ser atendido puede dilatarse de forma considerable. Es bastante clásico y recurrido alegar que cada paciente necesita un tiempo que difícilmente puede ser previsto de antemano. Pues bien, haciendo una aserción sobre esto, lo que no puede es utilizarse como manido argumento para que el sufrido paciente permanezca en la sala de espera, por tiempo indefinido, atento a una pantalla hasta que aparezca su ansiado turno, y, además, cuando su paciencia haya llegado a una situación límite, se le cercene el elemental derecho a pedir una explicación. Si admitimos como asumible, siendo generosos, que las esperas hasta una hora pueden ser consideradas como causa y razón de lo anteriormente expuesto, todo lo que supere este tiempo deberá considerarse, de forma inexcusable, como un fallo en la gestión de las citas y, por tanto, sin ánimo de anatemizar a nadie, un clamoroso fallo en el sistema. La puesta en marcha de este nuevo complejo del HUCA, con un alto nivel de informatización, había levantado muchas expectativas de que se superasen los viejos problemas de las antiguas instalaciones sanitarias, pero, a la vista de los acontecimientos, en una inmensa mayoría de los casos nos encontramos con una auténtica situación de apocatástasis.

A modo de ejemplo, ilustrativo por otro lado de lo antedicho, quiero relatar mi propia experiencia personal: Desde hace tiempo, disponía de una cita para el servicio de Urología (17 de enero de 2019, a las 12:50 h.). Días antes, mediante una llamada telefónica, había recibido notificación de que mi cita había sido adelantada y, por tal razón, debía acudir al citado servicio con un día de antelación, a la misma hora. Cuando, después del trámite de obtener el código de mi cita, acudo a la sala de espera correspondiente (N.º 7 de la planta 0) y observo que además de estar ocupados todos los asientos disponibles de la sala había numerosas personas de pie me invadió la sospecha de que allí se encontraban todos los pacientes que habían sido previamente citados para el día 16, junto con aquellos otros a los que se nos había adelantado la cita en un día. Confirmada la sospecha, y comprobado que había personas que llevaban esperando su turno cerca de dos horas, me dispuse, estoicamente, a soportar una larga estancia en aquel recinto. Pasado largo tiempo, y viendo cómo muchas personas se desesperaban ante tan inadmisible demora, al fin apareció en la pantalla mi código de cita. Me recibe un urólogo (afortunadamente no integrante del equipo que habitualmente me trata) y, ya de entrada, cuando me intereso, de forma cortés, sin ninguna acritud ni ánimo de crítica, por lo que había pasado para que se produjera una situación tan anómala, la contestación, cortante, prepotente y hasta soberbia fue que no admitía ningún comentario ni tenía que dar ninguna explicación, apostillando que, para evitar que nadie más le preguntase, y dado que estaba ayudando a otros compañeros a recibir pacientes, no recibiría a nadie más. No es admisible en un profesional de la medicina que se precie un comportamiento tan censurable, con una total falta de conmiseración hacia el paciente. Sin duda que hace un flaco favor a tantos excelentes profesionales con los que, afortunadamente, cuenta la sanidad pública en nuestra región. A este respecto, no me sorprendería que algún día se pueda encontrar con alguna persona algo ateperetada, con carácter atrabiliario, que, por razones similares, le obsequie con un lapo. No es ese mi deseo, pero tampoco debería contraer excesivos méritos para ello.

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