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El cabreo de Manolo el taxista

24 de Enero del 2019 - J.J.J. Suárez González (GIJON)

Hacía mas de tres años que no veía a Manolo el taxista, me lo encontré el otro día por casualidad y casi no lo reconozco, ya peina bastantes mas canas y los avatares de la vida han esculpido mucho su cara. Empezamos hablando de lo mismo que habla todo el mundo, del tiempo, de fútbol y de política, porque a todos se nos da bien hablar de esas cosas aunque no tengamos ni puñetera idea. Pero, enseguida entramos en detalles. Ya no tiene aquel coche híbrido japonés que gastaba y contaminaba tan poco, lo tuvo que cambiar porque ya tenía demasiados kilómetros. Ahora se ha tenido que comprar lo mas barato del mercado, un automóvil ranchera rumano, cuya casa madre es francesa y cuyo pequeño motor diésel se hace en España, cosas de la globalización. Le comenté si no era hora ya de pensar en jubilarse, pero me dijo que no podía, porque su hija, el marido de esta y su pequeño nieto se tuvieron que ir a vivir con el y su mujer, ya que no podían permitirse pagarse un techo. Su yerno tiene un trabajo basura con un contrato ridículo y con un salario de miseria, pero donde tiene que echar muchas horas, y su hija ha tomado el relevo de su madre y le ayuda ahora con el taxi, a la abuela le tocan las labores del hogar y muchas veces cuidar al nieto. Es el retrato robot de muchos hogares españoles de hoy en día. Me dijo que ahora el taxi solo te da para sobrevivir y que todavía está pagando la plaza, que le costó un ojo de la cara. La crisis también se ha notado en el sector, porque mucha gente, que las está pasando canutas, coge el autobús o incluso hace muchos kilómetros andando.

Después del segundo café solo, yo lo tengo que tomar descafeinado porque la cafeína me pone a doscientos por hora, Manolo, entre cagamentos, me contó que a las dificultades que estaba pasando el sector se han añadido otras. Al parecer hay mucha gente que se dedica a hacer carreras ilegales, sobre todo las largas, que son las que dejan algo de margen y sus compañeros taxistas de Madrid y Barcelona ya están en pie de guerra ante la irrupción de las multinacionales, que quieren enviar a los autónomos al paro. Manolo, que siempre fue de derechas, ha sufrido una metamorfosis en la dirección contraria del dicho ese que reza: "el que no fue comunista a los 20 años es que no tiene corazón y el que no dejó de serlo antes de los 50 es que no tiene cabeza", se ha convertido en un marxista radical a los sesenta y tantos. Una cosa es la libre competencia y la libertad de mercado, me dijo, y otra muy distinta la libertad de la zorra en el gallinero.

Nos despedimos con otro apretón de manos y otro abrazo, como cuando nos encontramos a la entrada de aquella cafetería de barrio, y nos miramos a los ojos unos segundos antes de marcharnos, como si fuera la última vez que íbamos a coincidir.

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