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¿Qué nos pasa a los hombres?

24 de Enero del 2019 - Pedro Mieres Barredo

Venga chaval, no fastidies, que sigues siendo enorme; esa espalda marcada a latigazo limpio durante siglos de esclavitud te ha hecho así de grande. Utilizaron tus músculos para elevar todo lo que de la superficie de la tierra emerge, y comunicar los océanos separando los continentes entre un caos de mosquitos homicidas resistentes al jipijapa; has engendrado civilizaciones y credos y en un avance sin pausa has hecho del arte y de la ciencia un afán desafiante.

Antes de eso, en un arranque de espiritualidad te olvidaste del músculo y te adentraste en lo más profundo de la cueva para aplacar en soledad tu excitación interior a base de líneas delicadas, limpias y dulces, ocres y rojos de pigmentos buscados; y en pos de la permanencia encontraste en lo más eterno, la piedra y la roca, la mejor materia para estampar tu identidad y que en el futuro no hubiese duda de lo que habías sido. A la vez recibiste el encargo de alimentar y defender a tu familia y tu tribu, de nuevo el músculo, naciendo así una jerarquía que más tarde sería tu calvario ya que nunca te perdonarían haber usurpado tareas mediante una selección interesada que te permitió acaparar las mejores desatendiendo las otras, según dicen.

Hace apenas nada, mandatarios y mandatarias te sacaron a la fuerza de la guardería y sin cambiarte el pañal te mostraron el camino de las trincheras, donde solo hay frío, ruido y hambre, donde los vientos heladores; abandonaste la guardería por la puerta de atrás con tu biberón en una mano y tirando de una cinta larga de colores en la otra, para ir a morir en soledad, con los ojos abiertos y pasmado, sin respuestas de nadie porque nadie había a tu lado para devolverte la mirada, porque todos corrían o morían a la vez y no apareció la mano que se posara en tu frente, ¿la esperabas?, yéndote en la dignidad del silencio; a los niños que andan a tiros y cosidos a balazos caen en combate nadie les conoce y solo tienen derecho a un cacho de mármol puesto de pie, en cualquier parte, a veces en forma de arco, en donde los perros se paran, y mean. Pero por falta de músculo alguien tuvo el privilegio de permanecer en retaguardia y ya con la batalla cumplida y la posición ganada ese alguien da un paso al frente, ocupa la primera línea de fuego y comienza a disparar pero no hacia delante sino hacia atrás, en donde precisamente está lo que queda de ti, una piedra meada;y a perdigonazos a las piernas te aprietan a desandar lo ya pisado y volver a un tiempo que nunca existió, y que en los recreos dejes de joder con la pelota y juegues a lo que se te mande, y ya más tarde te sientes con los muslos juntos.

Y cuidado, la rebelión de quienes se consideran sometidos por un tirano nunca busca igualarle sino someterlo; en el duelo que se planifica a desenlace definitivo solo uno sobrevive, a veces tampoco. Al final todo se reduce a una legítima lucha por el poder, lo que no es legítimo es negarlo; pero esto no viene de ahora, que ya por las historias que los caballistas se contaban peregrinando a Canterbury, hace setecientos años, sabemos cómo un pobre desgraciado solo pudo salvar su vida cuando una vieja desdentada y sabia le reveló un curioso secreto del poder.

Cuestionan tu falta de capacidad para realizar varias tareas a un tiempo pero tu obstinación en unas pocas, que nacen de un sueño que siempre está lejos, te acerca a la creación, y la creatividad, a donde no todos llegan, continuará determinando el rango; y ponen en duda tu fuerza de ánimo para superar las embestidas de la vida, aseguran que caes y no te levantas; tus sentimientos te empujan tanto que desciendes hasta muy cerca del infierno en donde, como Rimbaud, pasas largas temporadas, mientras que hay quienes caminando cruzan los océanos sin que el agua les llegue a las rodillas, por haberse adaptado a la superficie y no por regresar con la misma fuerza después de visitar las profundidades, y así a la habilidad para no caerse la denominan determinación para levantarse, que aún siendo meritoria no llega a ser virtud al tener más de equilibrismo que de firmeza, porque de los abismos, chaval, no se sale, ni siquiera formando grupos para correr a la vez.

Y al no exteriorizarlas no te reconocen predisposición alguna para las emociones y la ternura y te ven solamente como materia magra, pero la ternura de la bestia resulta más conmovedora que la de la bella, por más sincera y serena, menos exhibida, mejor guardada; la torpeza transmite credibilidad y confianza porque lo desigual brilla más que lo homogéneo, que es plano y carece del relieve necesario para reflejar la luz; el resplandor paraliza por su belleza pero sobre todo porque surge de improviso y en lugar inesperado, te deslumbra y se apropia de tu mirada, te quita la luz para todo lo demás, y es un instante; si permanece pasa a ser ordinario y de ahí a la vulgaridad no llega a un paso.

Hace dos semanas dejaste de ser siervo, te liberaste del látigo y echaste a andar sin mirar atrás y sin pedir cuentas a nadie, pero has sido poco previsor negándote a aprender a freír un par de huevos y hacerte cargo del lavado de tus calzoncillos; son errores de los que nunca te arrepentirás lo suficiente por haber dejado labores tan delicadas en manos ajenas. Son pequeñas cositas que sumadas, al ser cotidianas y personales pasan factura, porque caquita a caquita es como se acaban formando los grandes montones de mierda.

Y, por patriarcal, han abolido el amor romántico, ¿también entre el mismo sexo?, así que dirígete a la Fábrica de Moneda y Timbre y abastécete de calderilla que ya todo se reduce a una permuta de bienes y servicios, evita las imprudencias y no pierdas de vista la unidad de pesas (el sexo al peso, por favor, no seas manzanillo) y medidas (mantén la distancia de seguridad y evita los revolcones).

Estás bajo vigilancia porque tu extraordinaria predisposición a la creatividad coexiste con otras inclinaciones que te llaman a la violencia con los más débiles, con quienes muestras tu vileza (¿o tu pequeñez?), y tu componente hormonal ha arruinado a tantos que ni tu mismo has podido escapar a sus consecuencias y en el pecado llevas la penitencia porque por esa dependencia hormonal has sido amansado y zarandeado hasta vaciarte el aliento, y los bolsillos. Usas tu músculo injustamente porque una parte de tu cerebro está inconclusa o la ha terminado el diablo a martillazos, y se hace necesario mantenerte bajo control; pero ese diablo es el mismo que ha rematado el cerebro de los otros humanos, que también utilizan sus dotaciones no musculares contra los más débiles, uno de ellos eres tu; ocurre que ocupas la parte más alto de la columna y eres más visible, pero estás indefenso y desamparado ante la astucia y el enredo, que se mueven a ras del suelo y para los que no está previsto ningún tipo de alerta aún disponiendo del mismo poder destructivo que el músculo, pero sus efectos son secos, lo que no mana no moja, lo invisible hiere y se va y es como si no hubiese llegado; te aconsejaría gritar cuando sientas dolor, aunque sé que no lo harás. En este momento es materia reservada pero cuando deje de serlo podremos precisar el número de vidas que tu musculatura salva cada año y así cuadrar las estadísticas, antes de que procedan a estabularte forever and ever.

La condición humana, de la que solo eres una consecuencia, no ha sido invención tuya y va más allá de lo que tú representas, y sus efectos son a veces extraordinarios y otras veces perversos pero permanecerán hasta que los humanos se extingan, y ni la educación ni la ilustración ni la policía podrán cambiarlo, y el imparable avance en el conocimiento conllevará un retroceso en lo que denominamos humanidad, un concepto colectivo que se desvanece al dejar al individuo más aislado, más pequeño, y las consecuencias son fáciles de prever y solo cabe asumirlo, aunque el inevitable abandono de la infancia tal como la entendemos hoy (cuando la plenitud de la persona culmina y acaba, lo único que nos acerca a la divinidad), supondrá la definitiva orfandad de los adultos que ya liberados de afectos deambularán como figuras metálicas dirigidas a distancia, y esa envoltura gris conllevará un incremento de la violencia que solo se modificará en su forma de manifestarse. O no: podría conservar su primitivismo actual y en ese caso se convertiría en nuestra única identidad residual. Si la solitariedad es la existencia sin los otros es también la anulación de la personalidad, y la condición humana es precisamente compartir, pero esa convivencia se extingue y transforma en un individualismo negativo y brutal tanto para atacar como para padecerlo, y se consolida un estilo de vida cada vez más competitivo en el que la lucha por la supremacía pasa por la supresión del otro, como si eso no fuese violencia, y esta realidad la detectan los jóvenes al sentirse desatendidos y lanzados a una refriega que no entienden y que les lleva o buscar soluciones individuales para protegerse, una de ellas es el rechazo que conduce al suicidio, su segunda o primera causa del muerte; o bien entrar al trapo, y ante el acoso ambiental solo cabe acosar, que no es más que una reproducción de lo que ven en los mayores, y a la pregunta de “¿quién eres tu que tanto ves?”, “¿quién eres tu que estás tan ciego?” sería su respuesta, como el sabio de “El Criticón”.

Así que, paisano, no quiero verte alunado y asombrado, poseído por la luna y por las sombras, porque no eres mejor ni peor que nadie, y de aquí en adelante ya liberado de tu última servidumbre vas a tener tiempo para lo que más te gusta hacer: crear, tu último refugio (de nuevo la cueva), y tu extraordinaria aptitud para reconocer y aceptar la realidad de tu existencia te permitirá acomodarte a la dificultad del camino sin necesidad de demonizar al otro (que ya ha localizado al responsable de todos sus moles, incluidos los que se derivan de su propia condición y sus imperfecciones, que no reconoce como suyas), y seguirás tirando de eso que no sé cómo ha llegado a su mano derecha, es una cinta larga, de colores.

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