Todas somos decisiones
Todas somos decisiones. Todo se basa en ellas. Todas cambiamos con ellas. Todas.
A veces me paro a pensar y no llego a ser consciente de la trascendencia de la mayoría. Solemos acordarnos de aquellas que suponen un cambio o crean controversia elijas una cosa u otra, pero, ¿quién se acuerda de las cotidianas? Ese día que decides dedicarlo a lo que más te gusta sin dejar que nada ni nadie te interrumpa; ese mensaje que decides enviar a pesar de todas las razones que te hacen dudar; o ese libro que te compras sin ninguna esperanza y que se acaba convirtiendo en una lección de vida. ¿Quién piensa en esas? También cambian, también conllevan consecuencias. Quizá no dan un giro de ciento ochenta grados a tu forma de pensar, ni cambian radicalmente tu vida, pero en esos pequeños detalles también escribes tu futuro.
Habiendo hablado de esas pequeñas cosas, puedo permitirme hablar de esas que no se olvidan y marcan un punto de inflexión en el camino. Podría decirse que yo me he visto en esta situación dos veces en mis 16 años. Hablando desde mi experiencia y a su vez desde la ignorancia, afirmo haber aprendido dos cosas: la primera es que arrepentirse no sirve para nada, ya que, aunque las cosas a veces no vayan todo lo bien que quisiéramos, hay que jugar con el tiempo y con esas pequeñas decisiones que van modificando el camino, y la segunda podría decir que se basa en rechazar esas influencias que no apoyan a lo que tú de verdad quieres, es decir, si tú quieres algo con todas tus fuerzas (por las razones que sean) no dejes que te obliguen a cambiar el rumbo de lo que crees porque ellos piensen que no es lo mejor. Al fin y al cabo, nadie mejor que tú sabe lo que de verdad necesitas.
Para mí, todo trasciende. Lo complicado llega cuando dejas a un lado lo que tú quieres por complacer a otros. Y yo, por suerte o por desgracia, me olvidé de mí misma en demasiadas ocasiones. Me ha servido para aprender y para darme cuenta de todo esto; pero, ¿y ahora qué? No se puede volver al pasado y cambiar lo que se elige, ni tampoco redimirse en ello cuando ya es tarde.
El problema es que no se puede seguir tirando de algo a lo que ya no le queda cuerda. Y te cansas.
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