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In memóriam de Alfonso el Casto

20 de Marzo del 2010 - Carmen González Casal

Han pasado muchos, muchos años desde que Alfonso II el Casto se fue de este mundo. Precisamente un 20 de marzo del año 842 –a las puertas de la primavera, cuando los bosques asturianos salían del letargo del invierno– su vida se extinguía dejando tras sí 52 años de un prolífico reinado.

Sin embargo, su memoria sigue viva entre los ovetenses, y es tal el peso que la tradición ha forjado en torno a su figura que cada aniversario de su muerte supone un punto de encuentro en la Catedral de todos aquellos, ovetenses o no, que quieran participar en una misa y responso por su eterno descanso. Las monjas benedictinas, vecinas de la Sancta Ovetensis –las Pelayas, como mejor se las conoce–, también participan con sus cantos en el sencillo acto en memoria del rey. Ellas tampoco rompen la tradición de siglos de rendir homenaje al que, se dice, fue su fundador, porque todo apunta a que fue el rey Casto quien fundó, en el primitivo núcleo urbano de Oviedo, el Monasterio que llamó de San Juan Bautista, actualmente de San Pelayo.

Algo habrá en este hombre –pensé un día mientras me unía a una visita guiada en la capilla de la Catedral que lleva su nombre– para que su celebridad no se extinga tras 1168 años de historia. La respuesta a esa pregunta azuzó mi curiosidad hasta materializarse en «Los amores del rey Casto», una novela histórica, que vio la luz hace pocos meses. En ella dibujo a mano alzada un perfil de este monarca, uno de los que más hicieron por Oviedo. Quería acercar su figura a los ovetenses, a los asturianos, a todo el que la leyera… Alfonso II fue un personaje que puso a Oviedo en el mapa de la Reconquista, de la cultura, de la arquitectura, de la fe. Al Casto le debemos San Tirso, San Julián de los Prados, la Cámara Santa, La Cruz de los Ángeles o –nada menos que– el Camino de Santiago.

Al sumergirme en la vida de Alfonso de la mano de Constantino Cabal, Jesús Evaristo Casariego, Juan Ignacio Ruiz de la Peña o Claudio Sánchez Albornoz…, al intentar meterme en su piel para luego novelar al personaje, me di cuenta –y por eso me atrajo más– que este monarca hubiera sido una figura provocadora en nuestra sociedad actual, «light» en valores como la lealtad, la reciedumbre, la magnanimidad o la castidad, entrenamiento perfecto que formó su personalidad en la generosidad y en el deber al servicio de la conquista del reino de Asturias y, en definitiva, de España.

Subtítulo: Un día como hoy del año 842 murió un personaje que puso a Oviedo en la historia

Destacado: Este monarca hubiera sido una figura provocadora en nuestra sociedad actual

Tras muchos siglos, descansa en paz, en el Panteón Real que él mismo mandó construir en la entonces basílica de Santa María.

Carmen González Casal

Periodista y escritora

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