Vocaciones
Se celebra el Día del Seminario y como tal se preparan una serie de encuentros en distintos lugares para acercar la vida sacerdotal a los jóvenes.
Esto me hace reflexionar sobre las paradojas que tiene la vida y más concretamente el ser humano .Nos pasamos la vida realizando cosas para poder destruirlas y eso es lo que le ocurre a nuestro seminario. ¿ Para que quiere nuevas vocaciones?; ¿para despreciarlas?; ¿para justificar su trabajo?.
Para eso no sería mejor quedarse en esa Santa Casa, viviendo en ese mundo irreal que viven y tratando al menos de no hacer daño a nadie.
Si, como decía el Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, "si fuese sacerdote, querría ganar muchas almas", se dedicaran a ganar muchas almas de verdad, con amor y tolerancia y educar a los chicos dándoles la oportunidad de equivocarse, caer y volver a levantarse, no estarían en esa situación.
Expulsiones injustas y dudosas ordenaciones es lo que más abunda en este seminario, gobernado por un refrito de mediocridad y de intolerancia.
Esto lleva al desinterés del propio clero diocesano por fomentar las vocaciones y unido al laicismo imperante en nuestra sociedad, tiene el resultado que luego lamentan.
Escuché el pasado domingo a nuestro arzobispo en su homilía una referencia a un niño que le había expresado su deseo de ser sacerdote con diez años y se había visto reflejado en él. Oyendo sus palabras me saltaron las lágrimas, pero aprecié en ellas esperanza; esperanza en que las cosas cambien y puedan volver al seminario los que antes de los diez años ya sabían lo que querían, pero cuyo horizonte, después de un aguante espartano, fue injustamente truncado, produciendo gran dolor a ellos y a sus familias.
Es evidente que tengo una herida que sangra, sí; pero gracias a Dios y a los nuevos tiempos que corren, espero que no sea mortal de necesidad.
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