Insensibles
Lo extraordinario admira al mediocre, lo cotidiano al genio. Observo, sin considerarme genio, como en lo cotidiano se expresa el latido de la sociedad.
Pongo de excusa a cierta noticia reciente ante cuyas reacciones he tomado nota y pulso de cómo está la cosa. Se trata del arresto a un componente del cuerpo técnico de un equipo de fútbol de Primera División. La verdad es que no he profundizado en la noticia, no sé exactamente lo que ocurrió ni me importa gran cosa. Evito rebajarme a debates sobre aspectos que desconozco solemnemente. Lo que sí me genera opinión son las reacciones de algunos; indignados ante el supuesto atropello por la denuncia falsa y el clima feminazi que nos agobia. Me intereso por esa rabia y la pasividad por contraste ante cualquiera otra noticia sobre decenas, repito; decenas, de asesinatos de mujeres sobre las que se pasa la hoja del diario tranquilamente, a ver qué tiempo va a hacer mañana que vamos de monte. Como si ese tipo de muerte fuera consustancial a ser mujer, o cierto tipo de mujer. Una cosa lejana, ajena, como las desgracias que le pasan a los negritos del África tropical. Algo como para decir "que horror" todo lo más, y quedar bien con el de al lado. A veces ni eso.
Pues ese es el paisaje. El mismo que lleva a algunos a creer que no son machistas porque nunca han matado a ninguna mujer, como si la terrible punta del iceberg fuera lo único para categorizar el asunto. Todos acarreamos ese pecado, o defecto, en mayor o menor medida. La cuestión es si somos capaces de mirarnos al espejo sin apartar la vista, si estamos dispuestos a hacer un esfuerzo por corregirnos o preferimos enrocarnos en nuestros higadillos abrazando incluso a la oferta de cualquier charlatán que nos pase por delante. Ahí lo dejo.
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