El demonio no puede equivocarse
Cuando ordinariamente nos dedicamos a juzgar la conducta de los otros solemos decir de alguien, al que consideramos torpe o malvado, que no da una en el clavo o que no hace algo bueno "ni por equivocación". Semejante juicio da por supuesto que la conducta humana está naturalmente orientada a la búsqueda de la verdad y a la consecución del bien, y que en esa búsqueda tiene perfecta cabida el error humano, lo que nos llevaría a admitir modestamente que nuestra vida está entretejida de aciertos y de errores tanto en el plano intelectual como moral -en el supuesto de que se trate de dos planos diferentes-. Esta posibilidad del acierto y del error no tendría, sin embargo, cabida en la mente del demonio, quien, de acuerdo con el relato bíblico, se habría subido montones de veces al árbol de la ciencia del bien y del mal antes de la famosa tentación (aunque es bien sabido que las serpientes no comen manzanas). Según el intelectualismo moral, el bien se identifica con la verdad, o viceversa ("verum et bonum convertuntur"), de donde se desprende que el mal es un error intelectual. Nadie obra mal a sabiendas de que obra mal. Pero el demonio no es "nadie", es simplemente el discernimiento entre el bien y el mal, y por tanto no puede equivocarse. El que clava un clavo puede darse un martillazo en la mano, pero en las manos del demonio no hay clavos, entre otras cosas porque no se dedica a la carpintería.
Hoy la marmota de la Casa Blanca se ha asomado para anunciar que se avecinan malos tiempos, que en el interior de esa guarida ocupada por un verdadero monstruo de los infiernos dedicado al mal en cuerpo y alma se está cocinando la próxima invasión, con la aquiescencia vergonzosa de los llamados gobiernos democráticos de la vieja Europa. ¿En qué academia política les habrán enseñado que los problemas de un Estado maltrecho se resuelven a cañonazos? ¿No será más acertado, y por tanto más ético, orientar a ese Estado con asesores internacionales y auxiliar a una población desabastecida mediante envíos masivos de alimentos en vez de someter al país a un asedio feudal indefinido y sembrar el territorio de bombas y metralla? ¿Es que no han aprendido nada de las invasiones de Irak, Libia, Siria o Afganistán...? ¿Acaso no han comprendido todavía los gobiernos lacayos europeos, incapaces de resolver sus propios problemas internos, que detrás de una invasión vendrán otra y otra, porque ese es precisamente el "modus vivendi" del imperio: sembrar el terror llevando el mal a todos los rincones del planeta. Y, a poder ser, bajo la égida de un lugarteniente del mismísimo Lucifer. Para que no haya equívocos.
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