El Dios de las sorpresas
En estos días, densos de riqueza evangélica y vivencial, el Pontífice nos exhortó a cultivar la dimensión cotidiana de la fe. Esa fe en el día a día. Esa fe tantas veces eclipsada por las muchas preocupaciones de la vida y sin el recuerdo de que Dios es: "El Dios de las sorpresas".
También habló de la purificación de la esperanza. Del prepararse para el encuentro definitivo con el Señor.
Porque el Señor regresará. Y volverá a preguntarnos:
~ ¿Cómo ha ido tu vida?
Será un encuentro personal con el Señor y por lo tanto:
~ "Hay que purificar la esperanza".
Esa esperanza que hay que:
~ Llenarla de contenido. Llenarla de fundamento. Llenarla de un proyecto de amor.
Ahora meditando en el Evangelio, en ese evangelio en el que Jesús habla del hombre que construyó su casa sobre la roca, el Pontífice resaltó que la piedra representa al Señor, mientras que la arena no es sólida y lleva a una vida mal construida: Sin fundamentos.
El Santo Padre planteó tres preguntas que un católico puede hacerse:
~ ¿Soy un cristiano del decir o del hacer?
~ ¿Construyo mi vida sobre la roca de Dios o sobre la arena de la mundanidad y la vanidad?
~ ¿Soy humilde, busco andar siempre abajo, sin orgullo y así servir al Señor?
Y para estas tres preguntas una fuente, un fundamento, una roca, un pilar:
~ La caridad y el amor.
Y para terminar purificar la vigilancia. Vigilancia y oración, porque el Señor vino y vendrá. Vendrá, como hemos dicho y con esto rematamos, para hacer de nuestro cada día:
~ Una eterna infinitud, un divino cosmos de amor, una felicidad plena, una sorpresa de dicha, un regalo.
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