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El trío de Colón

12 de Febrero del 2019 - Paco Domínguez (Avilés)

El muy constitucional trío de Colón o primer triunvirato de nobiles, toma descanso y perspectiva una vez consumado el acto de enaltecimiento patriótico para liberar España de las garras usurpadoras del socialismo insidioso. Al engendro, le da origen formal un relator sin nombre, un ente abstracto, una emoción límbica; en fin, una excusa. Sin embargo, el germen visceral de la escueta concentración goyesco-caprichosa tiene raíces profundas. Es la historia de la España en carne viva, el eterno enfrentamiento, más o menos amable, de las dos España que sigue latente y que la derecha reaviva cada vez que el poder les es ajeno. Demócratas descafeinados, iletrados con título urgente y militantes viscerales contra el catalanismo irredento, se dieron cita en la madrileña plaza Colón para, todos a una, clamar contra las políticas de diálogo y reclamar unas elecciones generales que pongan a cada cual en el sitio que le pertenece. Después, conseguido el afán, veremos si el sitio es de su agrado y viene con herencia recibida o, de no serlo, nos elaboran otra teoría conspirativa de cuño aznariano.

La otra derecha, la oculta tras las siglas del partido que un día fundó Pablo Iglesias en la taberna de la calle Tetuán, Casa Labra, no tuvo el coraje, deseos sobrados, de asistir al enredo. Para enredar y destruir no necesitan foráneos, ni siquiera el beneplácito de las bases, ellos tienen patente de corso. Son esos personajes veteranos, de amplias tragaderas, desideologizados por el color del poder y amortizados para el progreso, que un día representaron la farsa de la Transición.

Saltan a la palestra televisiva para sentenciar, ensuciar e influir como si no tuvieran pasado, como si el personal sufriera de amnesia colectiva y no supiera de sus recorridos, no siempre lícitos, a través de las thinks tanks y los consejos de administración de las grandes sociedades energéticas. Como si, en algún caso, quedara para el olvido sus comienzos políticos en partidos conservadores. Como si el tiempo borrara la huella de un pasado reciente nada glorioso que obligó a dimisiones redentoras. Como si la corrupción instaurada en aquellos gobiernos fuera flor de un día, invención de malas lenguas, sentencias atropelladas. Como si la X de los GAL no tuviera nombre y apellidos. Ahora, esta pléyade de dioses vivos, vende espectáculo itinerante a través de los medios de comunicación cavernícolas y de aquellos disfrazados de castidad. Esta es la foto histórica del llamado socialismo felipista, instantánea que no admite retoques porque está en las hemerotecas.

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