La capitalidad europea y las disputas institucionales
La publicación reciente en LA NUEVA ESPAÑA de un comentario en el que hacía algunas consideraciones personales respecto a la incapacidad de los asturianos para abordar solidariamente proyectos de interés en el desarrollo futuro de la región ha venido a coincidir curiosamente con el enfrentamiento surgido entre los ayuntamientos de Oviedo, Gijón y Avilés y el Gobierno del Principado, respecto a la presentación de una candidatura conjunta a la capitalidad cultural de Europa.
Ésta es la realidad concreta de un estado de cosas y el hecho actual que más llama la atención del personal, por lo que no merece la pena hacer incursiones acerca de quién tiene o no razón en un asunto de indudable importancia, sino que más bien resulta aconsejable reflexionar con calma sobre cómo, debido una vez más a los intereses de las fuerzas políticas, se corre el riesgo de que se vaya al traste una iniciativa que se puede considerar dentro del concepto de bien común.
Ello indica ya de entrada desconocer posiblemente que la actividad cultural, vista al menos en orden a la atracción turística, supone la entrada todos los años en España de más de ocho millones de visitantes, a los que hay que añadir otros tres de españoles. Sin embargo, nuestro país tan sólo recibe poco más del ocho por ciento del total internacional del movimiento de viajeros que elige la cultura como motivación de sus vacaciones, bien en el extranjero, bien «dentro de casa».
Es obvio que nos encontramos entonces ante un segmento cada vez más en alza, convertido ya en un nicho de mercado y con una demanda expansiva, por parte de quienes tienen un medio y alto nivel económico, que es precisamente lo deseado para Asturias, y de aquí que pueda que no esté de más hacer una segunda entrega de las frases con las que adorné mi anterior escrito periodístico, sorpresivamente acogidas en algunos sectores y bastante comentadas en otros.
«Sabido es que la envidia, las disputas vecinales y los enfrentamientos (...) son característicos de la cultura española. Pero no conozco otro país como Asturias donde la desconfianza tenga tal potencia. Por eso las iniciativas en nuestra tierra son un bien escasísimo, debido sin duda a este clima». (Xuan Cándano, periodista, 2007).
«Muchas veces da la sensación de que el peor enemigo de un asturiano es otro asturiano, ya que no es rara la ocasión en la que se presenta alguna iniciativa y que no se alcen voces cuestionándola por cualquier motivo, lo que es origen de muchas frustraciones y de que se malogren no pocos proyectos». (Juan C. Torre, presidente de Duro Felguera, 2008).
«Asturias siempre fue un país de líos, por lo que la vida política es aquí muy complicada, ya que tenemos un carácter más individualista que en otros lugares de España. Aquí encontramos siempre dificultades para sentarnos en una mesa y negociar lo que nos interesa porque hay siempre una actitud crítica al que está en frente». (Manuel Diez, vicealcalde de París, 1999).
Subtítulo:Reflexiones en torno a los localismos y el valor de la cultura como atracción turística
Destacado:Dar la espalda a lo significa la industria de la cultura, es desconocer que aporta el cinco por ciento al PIB nacional, mientras que en el Principado llega solo a la mitad de este índie de referencia
En declaraciones a un diario vertidas por el recordado investigador y catedrático de la Universidad de Oviedo don Juan Uría, cita a Madariaga, Feijoo, Ortega... que hablan de las ideas claras de los asturianos, y concluye afirmando que "no obstante, padecen el defecto lamentable de la insolidaridad, mostrándose particularistas en alto grado". (Don Juan Uría, poco antes de su fallecimiento).
«En una sociedad como la asturiana, tan envilecida en las relaciones entre las gentes de distintos sectores, hay que saber manejar las discrepancias desde la lógica (...). Todos los días vemos acontecimientos que revelan una dinámica de una sociedad de muchos representantes sociales que se esterilizan entre sí». (Juan Vázquez, ex rector de la Universidad de Oviedo, 2001).
«No me gusta la mentalidad de quienes siempre se miran al ombligo, de quienes son incapaces de mirar hacia adelante y descubrir nuevos horizontes. Y lo que menos me gustan son los asturianos, aunque decir esto suene muy rotundo, ya que aquí es necesario hacer un doble esfuerzo para llevar a cabo cualquier idea que resulte innovadora». (José R. Menéndez, alcalde de Santo Adriano, 2003).
«Así es Asturias, (...) un lugar demoledor para quien intente abrir nuevos caminos, impulsar proyectos alternativos, divulgar los avances de un mundo nuevo y cercano. En pocos sitios se arremete de modo tan directo contra las ideas singulares y distintas, contra las innovaciones, contra la apertura al exterior». (Mario Bango, periodista, 2002).
Huelga que subraye la rotundidad de tales opiniones, reveladoras del panorama negativo que desde tiempo atrás viene imperando en el espacio geográfico en el que vivimos, las cuales no pueden interpretarse evidentemente de un modo aislado, dentro del contexto en el que se desenvuelve el diario quehacer del Principado, del que se dice nada menos que en el «Anuario estadístico cultural del 2006», que forma una de las comunidades autónomas preferidas por los turistas cualificados.
El dato resulta más que interesante, sobre todo si se tiene en cuenta que por su suelo hay diseminados alrededor de doscientos monumentos debidamente catalogados, esto en lo que se refiere a la cultura antropológica/arqueológica, a la cultura enlatada, a la que es preciso sumar las innumerables muestras plásticas, musicales, escénicas, académicas, congresuales, en fin, que forman la cultura viva, actual, de gran aceptación entre las capas sociales pudientes.
En este sentido, dar la espalda a lo que significa el subsector, en sus múltiples manifestaciones y en su empuje económico, es desconocer sin más que su aportación al PIB de España es del cinco por ciento, mientras que en Asturias concretamente supone la mitad de este índice, lo que constituye un argumento incontrastable para rechazar cualquier desavenencia, la menor disputa, que se puedan producir entre las corporaciones representativas de la ciudadanía en general.
Pues por todo lo expuesto en el presente segundo comentario, y dejando del lado otras muchas consideraciones, otras comparaciones sumamente ilustrativas, otras cifras ciertamente sugerentes, me parece que ha llegado el momento de decir sin rodeos que la falta de entendimiento para elaborar la candidatura al título de capital cultural de Europa es algo que no podemos dejar pasar por alto las gentes de a pie, que exigimos además un cambio urgente en la mentalidad de los gestores de la cosa pública.
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