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Ernesto Cardenal, en estado grave

20 de Febrero del 2019 - Javier Arjona (Siero)

Uno de los más insignes poetas latinoamericanos, hospitalizado con 94 años, ahora es rehabilitado por el papa Francisco.

Es conocida la foto de Ernesto Cardenal, el sacerdote nicaragüense que el 4 de marzo de 1983 fue humillado públicamente por Juan Pablo II en el aeropuerto de Managua en castigo por ser ministro sandinista de Cultura .

En una carta que ha estado a punto de llegar demasiado tarde Bergoglio le informa del levantamiento de la suspensión que Karol Wojtyla le impuso en 1984.

Somos polvo de estrellas fue el poema que Ernesto Cardenal recitó en Avilés en 2004. Ahora Cardenal ha festejado su cumpleaños 94 con su nuevo libro Hijos de las estrellas.

Ernesto Cardenal ya había participado en la llamada Revolución de Abril de 1954, contra el dictador Anastasio Somoza . Después se retiraba de la actividad política e ingresó como trapense en Kentucky, Estados Unidos, y continuó sus estudios de teología en Cuernavaca, México.

Fundó la comunidad de Solentiname, un archipiélago en el lago Cocibolca. Allí lleva vida monástica y promueve las artes naif entre los isleños. Escribe el celebrado libro El Evangelio de Solentiname. Tras el triunfo sandinista de 1979 es nombrado ministro de Cultura.

Después de la derrota electoral sandinista de 1990, Ernesto Cardenal ha sido crítico con el orteguismo, y así lo manifestó abiertamente en su visita a Asturias.

Se considera que en venganza por las acusaciones de corrupción el actual gobierno ha emprendido varios procesos judiciales por medio de terceras personas contra Cardenal.

El libro "Cantos de amor y guerra", de Gaspar García Laviana, fue la primera publicación del Ministerio de Cultura en 1979, que recoge una selección de los poemas que dejó escritos el cura guerrillero asturiano, y al que Ernesto Cardenal prologó.

Poema Barricada.

Fue una tarea de todos.

Los que se fueron sin besar a su mamá

para que nos supiera que se iban.

El que besó por última vez a su novia.

Y la que dejó los brazos de él para abrazar un Fal.

El que besó a la abuelita que hacía las veces de madre

y dijo que ya volvía, cogió la gorra, y no volvió.

Los que estuvieron años en la montaña. Años

en la clandestinidad, en las ciudades más peligrosas que la montaña.

Los que servían de correos en los senderos sombríos del norte,

o choferes en Managua, choferes de guerrilleros cada anochecer.

Los que compraban armas en el extranjero tratando con gánsters.

Los que montaban mítines en el extranjero con banderas y gritos

o pisaban la alfombra de la sala de audiencias de un presidente.

Los que asaltaban cuarteles al grito de Patria Libre o Morir.

El muchacho vigilante en la esquina de la calle liberada

con un pañuelo rojinegro en el rostro.

Los niños acarreando adoquines,

arrancando los adoquines de las calles

-que fueron un negocio de Somoza-

y acarreando adoquines y adoquines

para las barricadas del pueblo.

Las que llevaban café a los muchachos que estaban en las barricadas.

Los que hicieron las tareas importantes,

y los que hacían las menos importantes:

Esto fue una tarea de todos.

La verdad es que todos pusimos adoquines en la gran barricada.

Fue una tarea de todos. Fue el pueblo unido.

Y lo hicimos.

Cuando te aplauden al subir a la tribuna,

pensá en los que murieron.

Cuando te llegan a encontrar al aeropuerto

en la gran ciudad,

pensá en los que murieron.

Cuando te toca a vos el micrófono, te enfoca la televisión,

pensá en los que murieron.

Mirálos sin camisa, arrastrados,

echando sangre, con capucha, reventados,

refundidos en las pilas, con la picana, el ojo sacado,

degollados, acribillados,

botados al borde de la carretera,

en hoyos que ellos cavaron,

en fosas comunes,

o simplemente sobre la tierra, abono de plantas

de monte:

Vos los representás a ellos,

ellos delegaron en vos,

los que murieron.

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