Pedro de Soto, un extremeño oriundo de Soto de Luiña compañerop de Pedro Menendez de Avilés en el descubrimiento de la Florida
La vida heroica y aventuras (sólo pasó 42 años en este mundo) del Adelantado Hernando de Soto vuelve apotegma el título de la novela de Pedro de Lorenzo Cuando los dioses nacían en Extremadura. Este extremeño nacido en el pueblo pacense de Jerez de los Caballeros de origen asturiano es lo que más se parece a un héroe homérico. Es el adalid de los viejos cantares de gesta. Le llamaron el Amadís de la Florida y Centauro de las Indias. Caballero prevenido en frontera hábil jinete prócer de las artes desultorias cabalgó desde Arkansas y Oregón hasta la Patagonia, escaló dos veces la cordillera de los Andes. Con un escuadrón de poco más de dos centenares conquistó Nicaragua, la más bella y la más amable para los españoles, en nombre del emperador que era quinto suyo; ambos nacieron en 1500. Por su apostura viril, pese a ser pequeño de cuerpo, le valieron la admiración de los caciques quienes le obsequiaron con el "jus primae noctis" de las reglas hospitalarias de la antigüedad y de estas uniones hubieron descendencias pero don Hernando casaría con doña Juana Hernández, su mujer natural, la primera española que llegó al Nuevo Mundo en viaje nupcial y, como se quejase al esposo de su poca formalidad, el extremeño de ascendencia astur, sus ancestros provinieran de Soto de Luiña, éste le hacía ver que no diese al asunto demasiada importancia, pues las indígenas consideraban de poco decoro la guarda de la virginidad "si Dios no lo dio será por algo", le contaba don Hernando a su cuitada esposa. Ellas serán las ermitas pero "vos, señora de mis altos pensamientos sois la catedral". Así nacería la inculturación y el mestizaje. La conquista es la prolongación de la reconquista. Se embarcan los castellanos a la búsqueda de oro, mujeres, tierras, y El Dorado donde nacen las fuentes de la eterna juventud. No encuentran ni lo uno ni lo otro. Arrostran los peligros de una naturaleza salvaje con los azares de las alimañas, el frio y el calor intenso, las flechas enherboladas de los aztecas. Algunas tribus saludan su llegada como si fueran extraterrestres y a la vista de sus caballos y de sus lombardas se llenan de temor, porque aquellos hombres blancos irrumpen como caídos del cielo, heraldos de un tiempo nuevo que habían profetizado sus chamanes.
La exploración de los territorios de lo que hoy constituyen los USA fue la más dificultosa por la adversidad climática y las hostilidades de los pieles rojas. Todos ellos se agrupaban en tribus divididas con distinta lengua y diferentes costumbres. Mutuamente se hacían la guerra. En el subcontinente las mujeres y los misioneros que predicaban el amor y recriminaban los sacrificios humanos fueron el polo de atracción y el eje de fuerza que determinaría la colonización del Nuevo Mundo en poco más de tres cuartos de siglo. Las Casas hace una interpretación sectaria de aquella magna empresa, la mayor, después de la Creación, a tenor con los cronistas, en la que se embarcaron los españoles.
Hombres frágiles pecadores algunos analfabetos e incluso asesinos avanzan detrás de la Cruz Alzada. La gesta hubiera sido imposible sin el concurso de la Providencia. Así y todo, el asunto presenta una cara oculta enigmática mesiánica milagrosa, y ahí queda el nombre de Hernando de Soto, el primer europeo que avistó la tierra de las vacas corcovadas en el Cañón del Colorado y el descubridor de la Florida con el Adelantado Menéndez de Avilés.
El cual a su muerte tomaría el relevo del extremeño/astur otro asturiano: Pedro Menéndez de Avilés. Poco tienen que ver estos gigantescos españoles con los diminutos por su talla moral de ahora. Los cantares de gesta dieron paso a los cuentos de Blanca Nieves y los Siete enanitos. Quiero decir esa coaxca o casa de putas que se llama Gran Hermano
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