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Respuesta a un usuario de la sanidad pública

23 de Febrero del 2019 - Sara Yebra Delgado (Gijón)

Hace unos días un usuario criticó duramente en este periódico la forma de actuar de una médica residente. Puedo entender su pataleta iracunda inicial. A todos nos ha dado pena la situación que describe que vivió su padre, aunque me temo que puede que la situación haya sido diferente. A veces, las expectativas que tenemos no se ajustan a las posibilidades reales, y cuesta trabajo darse cuenta de si es lo uno o lo otro lo desproporcionado. Entiendo que a nadie le gusta enterarse de que un familiar ha tenido que pasar por una situación similar, pero veo injustas sus críticas y poco constructivas. La sanidad pública es nuestra sanidad pública, y entre todos (usuarios y trabajadores) debemos cuidarla. Es una suerte que en sólo dos horas se hayan podido descartar las patologías más graves que obligarían a ingresar a una persona mayor; ese día probablemente no hubiera una demanda excesiva en Urgencias, de lo contrario habríamos leído una carta para quejarse de la espera. Es una suerte que no necesitara un ingreso, evitando así complicaciones frecuentes en personas mayores, de lo contrario habríamos leído una carta para quejarse del encarnizamiento terapéutico en los ancianos. Es una suerte que no tuviera criterio médico para ir en ambulancia, eso quiere decir que a pesar de sus años mantiene una independencia en las actividades de la vida diaria. Las inclemencias del tiempo no son en sí mismas una indicación de transporte sanitario (seamos realistas, en esta ciudad llueve una media de diez días cada mes). A veces, en Urgencias hacemos colectas de dinero para pagar un taxi a un paciente sin recursos, estoy segura de que de haber sido su caso también lo habríamos hecho. A veces nos quedamos despiertas fuera de nuestro turno para dar continuidad asistencial a una persona que estamos atendiendo. A veces llamamos a sus médicas de cabecera al día siguiente para intentar abordar un problema conjuntamente. Movemos cielo y tierra para conseguir contactar por teléfono con familiares y evitar que alguien pase solo toda la noche en el hospital. Hacemos lo inherente a nuestra profesión y a veces un poco más. No esperamos salir en el periódico por esto. No esperamos que ningún paciente o familiar nos escriba una carta. No es necesario. No queremos ninguna medalla porque no la merecemos. Es nuestro trabajo, el que hemos elegido y para el que nos hemos formado y nos seguimos formando cada día. Hay muchas heroínas ahí fuera, no nosotras. Pero tampoco esperamos lo contrario. No merecemos las descalificaciones poco reflexivas que nos sorprenden una mañana circulando salerosas por los periódicos. Nosotras nunca juzgaríamos públicamente y sin posibilidad de réplica por qué un señor octogenario espera solo en medio de la noche un taxi para volver a casa después de un alta médica. Entendemos que la situación personal, social, familiar o el propio azar del momento pueden hacer que esto ocurra sin necesidad de culpabilizar o señalar a las familias. No sería justo generalizar en base a un momento concreto y a una percepción subjetiva (y sesgada). Por eso tampoco es justo tirar piedras indiscriminadas contra un sistema sanitario público que se sostiene, sobre todo, por el buen hacer de sus trabajadoras. Esta carta sólo pretende ser una oportunidad de reflexión para todos y unas palabras de aliento a todas las médicas residentes, adjuntas, enfermeras, auxiliares, celadoras y demás personal del hospital que todos los días del año trabajan para intentar ayudar a quienes lo necesitan. Errando a veces, pero intentándolo siempre.

Sara Yebra Delgado (una médica MIR)

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