El Hotel Tamanaco, recuerdos y despedida
Quiero dar mi más cariñosa despedida al entrañable Hotel Tamanaco, al terminar su andadura después de sesenta años de presencia en nuestra villa de Infiesto
El Tamanaco fue algo más que un hotel, un restaurante o una cafetería. Era también un lugar de encuentros. Donde había animadas tertulias. Donde nacían y crecían los amores. Donde se jugaba a las cartas y al ajedrez. Donde se hacían reuniones políticas. O donde se podía pasar el rato, simplemente entregados "al dolce far niente". Para matar un tiempo, que no queríamos que muriese.
En las frías tardes del invierno entre un té y un cigarrillo. Y en los largos días de verano, con un refresco en la amplia terraza sobre el río, hoy convertida en comedor. A veces se organizaba un bingo. Otras nos sorprendía la actuación de un prestidigitador. O Merso nos obsequiaba con los calamares que habían sobrado de una boda. O nos decía: "neñes, vamos a dar un garbeo" y nos llevaba a Nava o a la Pola. O llegaban los cineastas que rodaban en Espinaréu la película "El gran crucero" y el hotel se convertía en Hollywood. Y nosotras, en actrices.
¿Cómo poder olvidar el lugar donde pasamos tan buenos momentos?
El hotel también disponía de un amplio salón donde hacían baile algunos domingos y donde se servían bodas y banquetes. Mi boda se celebró allí, no podía haber sido en otro sitio, por la amistad que teníamos con los dueños, Manolo y Aidé, por la relación de nuestras familias desde siempre, por motivos de vecindad y de convivencia y además porque era un extraordinario restaurante.
Sus comedores siempre estuvieron magníficamente atendidos bajo la supervisión y el cariño de Amor en los fogones y de Angelines en el comedor. No tengo ningún amigo que haya ido a Infiesto que no hubiese probado su cocina, degustando la sabrosa ensalada, los platos de caza o la exquisita merluza. Sin olvidar el menú de la casa, que tanto éxito tenía.
Al jubilarse los fundadores del hotel, continuaron el buen hacer de sus antecesores su hijo Manolo y su esposa Ángeles, una joven riosellana muy competente que destacó por su capacidad de trabajo y su absoluta amabilidad, siendo muy ponderada por todos los clientes y muy querida en Infiesto. Mucho vamos a echar de menos este restaurante. Sobre todo, los que venían los lunes al mercado y les gustaba terminar la feria con un buen menú. Las familias que pasaban el verano en Infiesto e iban a comer allí todos los días. Y los piloñeses que celebramos todas las fiestas comiendo en el Tamanaco.
Ahora, acaba de cerrar sus puertas al público dejando un gran vacío en nuestra villa. Esperamos que pronto alguien las vuelva a abrir por el bien de todos. Aunque ya nada volverá a ser igual. Porque nosotros los de antes ya no somos los mismos.
Pura Fresno
Gijón
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