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Venezuela desde mi "mansión"

9 de Marzo del 2019 - Marcelo Noboa Fiallo (GIJÓN)

(Vaya por delante que deseo como el que más que se acabe el sufrimiento del pueblo venezolano. Que termine la pesadilla. Que Maduro desaparezca de los hogares venezolanos).

En el año 2007 se celebró la XVII Cumbre Iberoamericana, en Santiago de Chile. No tengo presentes los acuerdos a los que se llegó en esos días, pero sí quedó grabada en mi retina y en mi memoria (supongo que en mucha gente también) el episodio protagonizado por el presidente de Venezuela, Hugo Chaves, y el Rey de España, Juan Carlos I, y la frase pronunciada por este último: "¿Por qué no te callas?".

La frase y el episodio dieron la vuelta al mundo, y las reacciones, como es natural, fueron de todo tipo. Desde el apoyo incondicional al jefe del Estado español hasta el rechazo más virulento. Entre estos últimos, destaco las de aquellos que opinaban que fueron intolerables e inadmisibles las palabras del Rey, entre otras cosas porque recordaba actitudes colonialistas, de vasallaje, que en ningún caso se pueden aceptar (las señalo porque comparto ese criterio). Esta reacción no sólo se produjo entre las filas de los chavistas sino también entre muchos antichavistas.

Destaco estas reacciones porque en el fondo subyace algo que desde Europa (y más aún desde España) no se comprende fácilmente, y es el concepto de "patriotismo" que corre por las venas de todo venezolano, ecuatoriano, argentino, salvadoreño... Ver a Maduro/Guaidó con la gorra y el chándal con los colores de su bandera produce por estos lares extrañeza o directamente la risa, pero para un venezolano (y sudamericano por extensión) es la máxima expresión del amor por su patria.

De ahí la virulenta reacción que se tuvo ante la estúpida conducta del jefe del Estado español. En otras palabras, los sudamericanos le venían a decir al Rey que "entre nosotros nos podemos moler a palos, pero no toleramos actitudes de vasallaje o prepotencia contra nuestros representantes". El honor y la patria son sagrados.

Sin embargo, este principio (repito, compartido por toda la América Latina) tiene su excepción. No rige cuando de la intervención de los EE UU se trata. Es más, muchos de los que reaccionaron (con razón) contra las palabras del Rey, hoy no tienen empacho en pedir la intervención de Trump en Venezuela. Aquí terminan el honor y la patria.

Hace unos días, mientras comía en un restaurante chino, en Málaga, observé que su dueño miraba el informativo de la televisión de su país. Yo no entiendo chino, pero me sorprendió que de la media hora que duró el informativo, diez minutos lo dedicaron a hablar de Venezuela, con imágenes en directo. No hay que ser un lince para pronosticar que ni la TV china, ni la rusa ni las de EE UU le dedicaran un segundo a la tragedia de represión y muerte que sufre el pueblo nicaragüense. Tan infame, despótica y miserable es la actitud de Ortega con su pueblo como lo es Maduro con el suyo, pero nadie se acuerda de ellos. Nadie quiere recuperar la democracia y los Derechos Humanos y nadie va a movilizar ayuda humanitaria, pese a que en Nicaragua hay tantos muertos por la represión como en Venezuela. Desgraciados los nicaragüenses... Si tuvieran petróleo... otro gallo cantaría. El honor y la patria es como la falsa moneda de la copla.

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