8 de Marzo: las mujeres anónimas
El 8 de Marzo de este año se vislumbra fuerte, caliente, como no podía ser menos. Los siglos de lucha continua y constante de las mujeres por conseguir la igualdad hacen que cada día se intensifique la reivindicación en el planeta entero.
Este año se convoca, a la vez que la clásica manifestación, una huelga para ser secundada por todas las mujeres: las amas de casa delegando sus tareas cotidianas en los hombres de la casa, las trabajadoras remuneradas parando en sus puestos de trabajo, el mundo estudiantil, jubilados, etcétera, de igual manera.
Sin restar ni un ápice de seriedad a la reivindicación feminista, es éste un movimiento que a diferencia de otros se basa, para hacerse presente en la calle, en la música, en el sentido del humor para sus gritos de protesta, reivindicativos, en lo lúdico e irreverente.
No se ha dado el caso que la Policía presente, por inercia no por necesidad, haya tenido que detener ningún tipo de ataque o altercado de las personas que se manifiestan.
Esa "diferencia" es una actitud de vida marcada desde siempre: ellos compiten, guerrean, mandan... Ellas cuidan, dan vida, mantienen los lazos afectivos en su clan.
Precisamente con estas pobres letras pretendo hablar no del derecho legítimo a la igualdad del que se habla poco, incluso en estos días previos al 8-M, sino de la labor cotidiana, abnegada y anónima de esas mujeres que aún, muchas de ellas, no se manifiestan en la calle; de esas mujeres que incluso a veces piensan que estas chicas modernas se están pasando; de esas mujeres, hijas, esposas, madres, abuelas, que ven con cierta tristeza, aunque lo critiquen, que ese tren tan envidiable, por otra parte, ya pasó para ellas.
Mujeres que luchan en el diario por mantener a su familia unida, en orden, razonablemente armónica y feliz.
Tarea ardua, interminable, que pasa por cuidar de las criaturas, ancianidad, enfermedades...
Que se pasan la vida pensando en los demás, dejando para sí las migajas del pastel y se llevan la palma en la amargura de los reveses de la vida. Abnegación, dedicación que apenas se ve recompensada más allá del gran amor que las inunda.
Poco reconocimiento, a veces críticas, pocas sonrisas, a veces malos modos, pocas caricias, a veces malos tratos, poca ternura, amor... Cuando ella derrama en cada uno de sus actos toda la generosidad y entrega del mundo.
No es una frase hecha: "Si se paran las mujeres, se para el mundo".
Es una evidencia: el mundo se mueve por emociones, sentimientos, pasiones... y es ahí donde ella se desenvuelve como pez en el agua, aunque su incursión en el llamado mundo masculino sea cada vez más potente y manifiesto.
A esas mujeres que lo dan todo a cambio de tan poco quiero darles las gracias, el reconocimiento, el respeto, la dignidad que merecen.
Decirles que no están solas, aunque a veces aisladas, incluso en sus propias familias... Somos muchas que estamos, estaremos cada vez más, luchando por que algún día ese mundo de armonía que ellas pretenden conseguir sea una realidad; que ellas juntas, con su fuerza, consigan hacer ver a los hombres de sus vidas, padres, hermanos, maridos, hijos, amigos, amantes, profesores o jefes, que son ellos quienes han de acercarse, conocer su capacidad de resistencia ante la adversidad, su empuje para sacar adelante la familia, la sociedad entera... que son ellos quienes han de hacer suya la gran riqueza que a través de los siglos, milenios, han atesorado para hacer un mundo más respirable, amable, justo, solidario....
Gracias a todas ellas, mujeres silenciosas, anónimas.
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