Ser consecuente

8 de Marzo del 2019 - Alejandro González Lada (URBIÉS)

Ser consecuente significa ser coherente, es decir, actuar conforme a las ideas con las que te identificas. Nacer y crecer en un entorno determinado forja el carácter, quienes nacieron en el seno de una familia trabajadora, en cualquier pueblo de la cuenca minera, desde bien niños mamaron y asimilaron conceptos (aún sin entenderlos) como solidaridad, empatía, respeto, etc., ello hizo posible que muchas generaciones nacidas en ese entorno supieran lo que era compartir entre varios amigos un paquete de pipas, un trozo de chocolate, o una simple mandarina. Del mismo modo, supieron renunciar a nuestros juegos, para echar una mano a un amigo, cuando recibía encargo de hacer algún trabajo, y colaboraron con él para acompañarle y conseguir que acabara antes.

El paso del tiempo hizo que cada uno siguiera su propio camino. Cuando al cabo de unos años vuelvo a coincidir con algunos de esos amigos de la infancia, tengo que confesarme y decir que me siento bien al comprobar que ellos, al igual que yo, siguen siendo coherentes consigo mismos, con su origen, con ese proceso de aprendizaje que supuso la convivencia en aquel entorno tan diferente al de hoy. Al dialogar con ellos, la conversación se dilata en función del tiempo disponible, y después de hablar de todo un poco, casi siempre acaba saliendo a colación alguna de las noticias que a diario atontan el sentido común. Coincidimos en que por coherencia, lo que nos interesa es que nuestros conciudadanos tengan un trabajo remunerado y no una limosna, porque yo puedo entender que el sueldo medio se suba porque con el actual es imposible vivir, siguiendo el mismo hilo argumental entiendo que es lógico que quienes más tienen, más aporten a las arcas del estado, que la vivienda no sea un objeto de lujo y sí un bien de primera necesidad, y que la educación y la sanidad sean públicas y no para élites, que necesitamos jueces que condenen a los cacos que dilapidan cientos y miles de millones y no a los "robagallinas", que metan en vereda a violadores y no a raperos o títeres, que sean objetivos, imparciales y cuando dicten una sentencia no se acobarden por quién esté sentado en el banquillo de los acusados.

Por todo lo expuesto, cuando oigo a ciertos políticos hablar diciendo que velan por los "intereses de los españoles", suelo quedarme con el concepto "intereses" despreciando el de "españoles", ya que los hechos nos indica que uno y otro conceptos, no casan ni con pegamento. Quizás quienes viven en la más obscena opulencia, verán mis alegatos como un atentado contra sus intereses, o un contubernio judeo-masónico, y por tanto como un mal a erradicar, por eso mismo insisto en que en la frase: "intereses de los españoles" siempre sobrará españoles.

Aquí, quien más usa este gentilicio, es precisamente quien priorizó el rescate de los bancos (más de 60.000 de euros), el de autopistas privadas (más de 5.000 millones), en detrimento de dos de los pilares básicos para los españoles: sanidad y educación. Quien insultó a los ciudadanos diciéndoles que habían vivido por encima de sus posibilidades, cuando la realidad palpable nos demuestra que dilapidaron el erario público para hacer negocios con empresarios afines vía comisión. Esos mismos, exhiben las venas del cuello más hinchadas que las de un cantaor de flamenco, vendiendo al pueblo analfabeto que se rompe el país por priorizar el diálogo al enfrentamiento, cuando la única solución que nos plantean es ondear una bandera, acudir a las procesiones de Semana Santa, y cazar todo lo que se mueva.

Se avecinan tiempos de visitar colegios, algunos lo harán con mayor asiduidad que en sus tiempos de universitario para obtener algún master, y pienso para mí: ¡qué bueno sería que la gente fuera coherente!.

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