Comer el dinero

8 de Marzo del 2019 - Fernando Martínez Álvarez (grado)

Imagínate que naufragas y llegas a una isla. Y lo único que conseguiste salvar, aparte de a ti mismo, fue una bolsa llena de euros. Así que allí estas tú, en esa isla desierta. No tienes agua potable, ni alimentos, ropa o cobijo... pero sí tu bolsa de euros. Que por supuesto, no te va a servir para nada.

Lo verdaderamente necesario para las personas no es el dinero, sino los recursos. Esa bolsa de euros no podrá conseguir allí nada que necesites. Nada preciso para que puedas seguir viviendo.

Si los recursos mundiales estuvieran disponibles para el total de la población, el dinero simplemente no existiría. No habría necesidad de él.

¿Sería posible un mundo sin dinero?

Por supuesto que sí. Y se puede decir que esto es una utopía, y que las utopías son por definición algo que no puede llevarse a cabo. Sin embargo hay mucha gente que cree que un mundo sin dinero es perfectamente posible, realizable. Lo que es indudable es que previamente a una realización se necesita el pensamiento, la imaginación, la idea.

Eduardo Galeano decía que "La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar".

La tierra tiene (todavía hoy) suficiente capacidad para la generación de recursos abundantes para todos. Sin embargo no todos pueden disfrutarlos. Debido a la locura del inaceptable sistema económico que se ha establecido en nuestro mundo.

Casi la mitad de la riqueza total de la tierra esta en manos del 0,7 % de la población mundial y el sistema monetario que padecemos instaura una fiera competitividad para propiciar que los más ricos lo sean aún cada vez más, a costa de los mas pobres.

Con el nivel tecnológico que actualmente disfrutamos es posible suministrar totalmente al planeta de energía procedente, de forma exclusiva, de fuentes renovables. Es decir, cubrir sobradamente todas nuestras necesidades con la energía eólica, la energía solar, la geotérmica o la procedente de las mareas o de las olas.

La única razón que avala la persistencia en el uso de los combustibles fósiles es la del mantenimiento de esta economía basada en el petrodólar. Una economía ya obsoleta por la certeza total de nuestra capacidad para cubrir hoy la demanda energética total por generación sostenible y limpia.

Tenemos pues una economía fuera ya de lugar y tiempo, que resiste para continuar con el juego de las transacciones virtuales de capital, los papeles y bonos de propiedad, los billetes por acciones..., con el lamentable espectáculo de brokers y corredores de bolsa al borde del infarto cada día por ver quién consigue techos mas altos de ganancia, la consolidación en la parte mas elevada del ranking de beneficios. Ganancias meramente conseguidas comprando y vendiendo virtualidad, sin producción de ningún bien o servicio, de nada científico, cultural o utilizable, ingenioso, imaginativo o innovador. Un elitismo económico que se vale de la perrería especulativa: Curros Jiménez en trajes de tres mil euros sin necesidad de trabuco.

Entretanto el planeta mercadeado en el parqué de Wall Street para mayor gloria de JPMorgan, Bank of America, Wells Fargo, Rothschild Bank o Rockefeller family...

Es hora ya de hacer nuestras esas pomposas declaraciones de derechos humanos, porque ya hemos podido comprobar que la salud de nuestro mundo natural y de la humanidad no se puede abandonar a la tutela de los poderosos: sean gobiernos, poderes financieros, líderes religiosos o grandes corporaciones. Ellos no solucionarán nada, pues están al servicio de sus élites. O sirviéndose a sí mismos si ya lo fueran. Son incapaces de cambiar el actual estado de las cosas, el sistema de funcionamiento de este modelo de mundo que ya no sirve.

Las personas con deseos de mejora, con preocupación por el enfermo futuro deben enfrentar un gran reto. Probablemente el mas grande reto con el que hasta ahora hubo de lidiar nunca la humanidad: encontrar cuanto antes la forma de acabar con el actual sistema económico. Un sistema que se ha convertido finalmente también en sistema de vida y de cultura; de pasatiempo viciado por el consumo desquiciado y compulsivo. Por unos modos de producción que solamente buscan el beneficio rápido y la pronta inutilidad de lo fabricado, para conseguir así un mercado en continua expansión, (ojos ciegos a las consecuencias). Y para disfrute de solo algunos privilegiados se pone en peligro el planeta. El ritmo de consumo no decrece; quieren que no decrezca nunca, porque la actual y única máxima financiera imperante es la de la victoria sobre los competidores para el incremento constante de beneficios.

Pero los recursos de la naturaleza son limitados y nuestro mundo productivo funciona con la extracción de toda su materia prima de la naturaleza.

¡Maldita sea! Crecimiento económico constante y progresivo contra recursos naturales limitados y en disminución... las coordenadas cartesianas contienen un gráfico que revienta nuestra mirada a la realidad. Y sin tener un segundo planeta tierra para empezar a explotar cuando acabamos con éste...

Cada metro cúbico de aire envenenado disminuye la salud respiratoria de las personas, cada muerte de un bosque para transformación del terreno evita la necesaria absorción de carbono y la creación de nuevo oxígeno, cada río contaminado por vertidos descompuestos elimina los peces y mata nuestras aguas continentales, las de los mares tienen nuevas y enormes islas de plásticos y otros desechos, cada hectárea de tierra envenenada por fertilizantes químicos contamina los alimentos vegetales que todos después ingerimos... todo ello acelerando los cambios. La tierra nos avisa, se queja: cambios climáticos, incendios, desaparición de glaciares, del hielo del ártico en verano, la muerte del coral... los cambios estan aquí. El temporizador hace tiempo que esta funcionando...

La vida en la tierra esta interrelacionada, es artífice de la existencia de cada uno de los organismos vivos que habitamos en ella. Y éstos a la vez, somos interdependientes. ¿Qué podemos esperar para nosotros si rompemos esta relación?

Dice Greta Thunberg que en el año 2078 cumplirá 75 años.

Si tiene hijos cree que le preguntarán por qué no hicimos nada cuando aún podíamos.

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