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El Porma, Boñar y los asturianos

11 de Marzo del 2019 - Carlos Cuesta

Esos bellos territorios de la montaña leonesa sujetos al embalse del Porma y los entornos de Boñar son espacios de destino afecto y fraternal para muchos asturianos que durante todo el año y en época estival, generalmente, disfrutan del clima apacible y de la afabilidad de sus gentes, hechos que conforman ánimo y entendimiento para marcar territorio. Acercarse a estos lugares del norte leonés con la cornisa cantábrica de señal geográfica y con sus puertos de altura, San Isidro y Tarna, de auténticos veladores es imbuirse en paisaje atrayente y en lindeza cautivadora. Esos valles amplios de verdor sereno, con sus cumbres majestuosas y ese Porma infante domado en un pantano animoso y regante, dan vida y frescura a una comarca anclada en sus tradiciones que no quiere perder el tren del progreso. Puebla de Lillo y Boñar son sus poblaciones de parada y fonda en ese trajín transitorio de nieve, pasión montañera, paseos al atardecer, gastronomía y encuentro amistoso. Los asturianos de siempre y los parroquianos de historia conviven con sus cuitas y sus sensaciones de proximidad. Hay mucho de cercanía, hay mucho de asentimiento y hay mucho de beneficio. Y en el bar Madrid de Puebla de Lillo está la esencia culinaria de un buen condumio labrado en esa cocina de antaño y ofertando productos de la tierra nutricia de estos contornos montañeses. Potajes, carnes de vacuno y guiso de cecina de chivo, amén de suculentas hortalizas y postres domésticos donde no falta el queso pata de mulo de la heredad local.

Y en estos lugares de montaña abierta, olor a leña quemada y pan de hogaza matinal se encuentra un reclamo turístico de primer orden. Se trata del Museo de la Fauna Salvaje, en el pueblo de Valdehuesa, en los altos de Boñar, muy cerca de la presa del pantano del Porma. En esas latitudes de sosiego y encanto natural surge como por arte de magia un centro atractivo y didáctico de iniciativa privada con la colaboración de la Junta de Castilla y León y la Universidad de León. La Fundación Romero Nieto es quien lleva el peso de su dinamismo y acción. Un complejo estupendo para conocer la fauna y flora de todo el mundo, envuelto con mucho estilo e imaginación en 25 salas en donde se exhiben más de 8.000 especies, como grandes mamíferos, felinos, primates, reptiles, aves e insectos. Y al aire libre existe un parque natural donde varias especies viven en semilibertad, un núcleo zoológico de unas 25 hectáreas en superficie vallada donde el visitante puede contemplar acompañado de guías y en vehículos especiales animales de la fauna cantábrica, española y europea. Sala de anatomía científica, audiovisuales, biblioteca, tienda y un recoleto restaurante conforman todo un museo moderno y ejemplar. Fernando Robles, director, junto a varios técnicos, se encarga de orientar al personal acerca de todo el significado e historia referido a este impresionante complejo de la fauna salvaje. Una maravilla y unas horas de auténticas vibraciones observando tamaño montaje es la sensación que causa esta magna exposición animal.

Y tras esta visita pedagógica y animada, una parada en el mesón La Forqueta para conocer las elaboraciones culinarias de la zona, señaladas por las patatas con jabalí, el cachopo de ternera o la cecina de chivo entrecallada. Una cocina intensa y rural que define a las claras una comarca natural y ecológica. Y en Boñar, buen encuentro amistoso y visita a La Praiona y sus especialidades de la tierra. En la cafetería Azteca, de recuerdos juveniles y estivales, Moisés nos dice que Boñar necesita un poco más de animación y que debe seguir la senda de otro tiempo, porque tiene mucha base potencial para ser una localidad de movimiento y dinamismo. El popular bar Cordobín, de sabrosas mollejas, embutidos y croquetas equilibradas, echó el cierre definitivo. Una lástima, porque ese reducto de exigentes comensales y parlamento afecto formaba parte de la realidad comunitaria de Boñar. En la atardecida huele a aire fresco de la montaña y a esencia fluvial, y Boñar mantiene el pulso cansino de un fin de semana invernal con golpes de primavera. Varios asturianos enganchados a la terraza de la cafetería Azteca apuran sus consumiciones para seguir ruta hacia Pola de Laviana, esa tierra hermana del alto Nalón. En su vibrante camino, las curvas fatigosas del embalse del Porma, con el mirador de Vegamián por descanso fotográfico, y el recorrido de estampa postal por los rodales alpinos de Cofiñal y Tarna cierra una jornada de turismo inteligente, terapéutico y agradecido.

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