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Dos hechos y distintas varas de medir

15 de Marzo del 2019 - Carmen G. Casal

Asistí el pasado sábado a la beatificación de los seminaristas mártires de Oviedo. No sólo me movía la curiosidad periodística, también quise rendir con mi presencia un pequeño homenaje a los nueve jóvenes asturianos que vieron truncada su vida de entrega desinteresada a los demás entre los años treinta del pasado siglo. Confieso que me emocionó escuchar el breve relato de sus vidas generosas e inocentes.

A la vez, sentí interiormente una fuerte repulsa a la ideologizada ley de la Memoria Histórica que desentierra los restos de quienes lucharon en la contienda civil por parte de las filas republicanas, como si los muertos de una guerra fratricida fueran sólo causados por el bando del dictador.

SUMARIO: Reflexiones en torno a la beatificación de los seminaristas mártires de Oviedo

No me gusta marcarme con colores políticos. Quien me conozca sabe que mis amistades son de muy variado signo, porque me interesan las personas, sus vidas, sus preocupaciones, sus necesidades o éxitos, no sus militancias. Sin embargo, me gusta defender la verdad y denunciar la injusticia. Y ahí va la pregunta que me hice mientras escuchaba, en la impecable ceremonia de la catedral de Oviedo, el breve relato de la noble vida de Ángel Cuartas, Mariano Fernández, Jesús Prieto, César Gonzalo Zurro, José María Fernández, Juan José Castañón, Manuel Olay, Sixto Alonso y Luis Prado, que por ser fieles a su fe perdieron cruelmente su vida entre los años 1934 y 1937, cuando tan sólo contaban entre 18 y 25 años de edad: ¿Por qué se emplea con tanta frecuencia distinta vara de medir? ¿Acaso no fueron injustas las muertes de estos nueve jóvenes?

Al hilo de esta beatificación, dos breves reflexiones que quizá pueden arrojar luz para afrontar de otra manera algunas de las circunstancias actuales.

El respeto a las personas, a las instituciones, a las ideas, a las creencias -del tipo que sean- es tan importante que establece las reglas de una convivencia en paz, y hace que nuestras relaciones con los demás se fortalezcan y al contrario. Dice Fernández Carbajal, "el respeto es factor de cohesión y de unidad entre los grupos humanos, produce confianza, crea serenidad, permite un trabajo eficaz y relaciones de amistad".

Además, en unos meses horribilis para la Iglesia, por los hechos tan tremendos que estamos conociendo, mi total adhesión al Papa Francisco por su valentía al sacarlos a la luz y tomar medidas. A la vez, una mirada benevolente a la cantidad de gente buena que trabaja dentro de la Iglesia, como estos nueve seminaristas que perdieron la vida por defender su fe o los cientos de personas que el pasado sábado abarrotaban la catedral de Oviedo, y tantas mujeres y hombres anónimos que cada día entregan su vida en servicio de los pobres, los marginados, los excluidos de la sociedad, como -sin ir más lejos- las hermanas de la Caridad y los voluntarios que atienden la Cocina Económica o las monjas de la residencia del Naranco, que cuidan, con gran cariño y dedicación, a los ancianos que muchos no quieren o no pueden -de todo hay-, atender.

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