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Con las mujeres ya se sabe. Con las mujeres, nunca se sabe

15 de Marzo del 2019 - José Luis Peira (oviedo)

Es evidente que en las mentes conservadoras, no hablo de lo que se vota, sino de lo que anida en la mollera, hay una resistencia innata a cualquier cambio. Otra cuestión que sí admite debate es si ese conservadurismo se puede inocular o, como algunos creemos, viene de fábrica.

La reacción irritada de algunos frente a todo aquello que les huela a feminismo me invita también a reflexionar al respecto. Según tales, coqueteamos con el apocalipsis, la destrucción del orden conocido y el advenimiento de una dictadura de brujas. Hay toda una ebullición en redes y redos, o cualquiera otra forma de expresión escrita, verbal y trascendental.

Han brotado al olor especialistas en escudriñar defectos, mineros que pican el subsuelo en busca de cantamañanas y simplismos con los que desacreditar a la irradiación de fondo. ¿Alguien con un coeficiente intelectual suficiente como para pasar la tarde tendría alguna duda de que existen esos baldones? Cualquier causa, por noble y justa que haya sido, habrá tenido sus gilipuertas, digo yo, ¿o es que todos los seguidores de Espartaco eran premios Nobel que inventaban máquinas de movimiento constante? Imaginen; Cien mil tíos, y tías, asentando entre mandoble y mandoble de espada corta las bases de la filosofía Mediterránea Occidental. Por otro lado, convengamos que la inteligencia en general no pasa por sus mejores momentos, preocupación que ya comparten muchos investigadores, de manera que no es de extrañar que también en el feminismo haya anidado la mediocridad. Yo desde luego no lo tengo por una sacrosanta autoridad moral para todo. Pero, siento decepcionar a las mentes estrechas, esas insuficiencias del universo feminismo no tienen el pecado original ni la exclusiva de la estulticia, ni siquiera tienen un milímetro más del porcentaje de mediocridad que se puede encontrar dándole la vuelta a cualquier piedra, lo explico más claro, para que se entienda: el mismo porcentaje de idiotez que hay en el mundo del toreo, de la música ligera, de las religiones, de los pelirrojos, de los nacionalistas, de los jubilatas o de los jóvenes con zapatillas.

Afortunadamente, parece que hay una mayoría que no percibe al feminismo como una amenaza, pero no es menos cierto que hay unos cuantos millones de españoles que se sienten agredidos por la mera existencia de ello. Cosas que pasan, despreciar a un todo porque tiene una parte discutible sí que es estigma de cortedad. Las miras cortas propician resistencia al cambio, de eso se podría sacar una fórmula matemática de resultado exacto. Raramente me encuentro con una crítica al asunto que no venga cargada de una vehemencia ulcerosa, muy pocos eligen el desacuerdo pausado, argumentado, si es que es posible en este aspecto argumentar contra el fondo, como no lo es argumentar contra la igualdad de derechos entre razas. Al menos en el mundo en el que yo aspiro a vivir.

Creer que la violencia contra la mujer sólo se ejerce cuando las mata su pareja es mucho menos que un pensamiento patético, así como reducir el campo reivindicativo al ámbito laboral, como suelen hacer los políticos. Hay bastante uva que pisar todavía. Que se ha avanzado mucho en veinte años es una evidencia palmaria. Que todavía queda recorrido es otra. Lástima que haya tantos que no lo vean así. Pero se tendrán que fastidiar. Yo apuesto a que no seré gobernado por un absolutismo de brujas enloquecidas nunca, y que la sociedad, a medida que equilibre sus niveles, será mejor. Siempre habrá defectos, claro, meter la pata es inherente a la condición humana. Al hombre, vamos, y a la mujer.

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