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La luminosa Lagos, otra perla del Algarve

18 de Marzo del 2019 - Ángel García Prieto

El éxito turístico del Algarve portugués tiene un exponente manifiesto en Lagos, ciudad mayor y con más número de habitantes y visitantes de todas las poblaciones del confín suroccidental portugués y europeo continental del Cabo São Vicente. Es la capital del municipio, con unas 20.000 personas en el censo de vecindad y un número indeterminado mayor de turistas, veraneantes y visitantes, entre los cuales desde hace varias décadas hay una colonia anglosajona numerosa, que le da un marchamo especial en su vida social.

Lagos es una población luminosa y brillante, volcada en la calle, en su puerto deportivo, en la vida de vacación y sobre todo en sus playas urbanas como la de Dona Ana, da Batata, Meia Praia, dos Estudantes, etcétra. Aunque tiene mucha edificación añadida en las últimas décadas de afluencia turística, no ha perdido el núcleo de su ciudad antigua ni su conciencia de que era la población y el puerto más volcados a los Descubrimientos que desde Sagres, y desde la propia Lagos, tanto promocionó y proyectó el infante D. Enrique, el Navegante.

En la plaza principal está la iglesia de Santo Antonio, que es Monumento Nacional. Aunque en su exterior parece otra iglesia más, al entrar en ella destaca su bellísima riqueza de maderas, esculturas, techos y zócalos barrocos. En el mismo conjunto de edificación se sitúa el Museu Municipal con diversas exposiciones interesantes: los fueros de la ciudad, maquetas, vestiduras religiosas; el retablo de Corcho, una miniatura de talla de corcho; la estatua de São Gonçalo de Lagos, patrono de la ciudad, y una colección de miniaturas de barcos portugueses. Cerca de allí también está el Mercado dos Escravos, una casa-palacio del siglo XV que fue el primer lugar donde se vendieron esclavos traídos de África.

Y ya fuera de la ciudadela amurallada está, perfectamente conservado, el Forte da Ponta da Bandeira, del siglo XVIII. Cerca aparece la Ponta da Piedade, a una corta marcha andando entre chalets desde la ciudad. Es un lugar con el faro que lleva ese mismo nombre y se rodea de acantilados de arenisca rojizos que se van erosionando y hacen un entramado de calas, rincones, pequeñas playitas y cuevas, que se pueden observar desde arriba en paseos de madera preparados para acercarse todo lo posible al borde de los farallones sobre el mar. Esas oquedades, túneles y cuevas marinas se pueden también visitar desde el agua a bordo de diversos barquitos de excursión que le dan al paisaje marino, de por sí deslumbrante, un plus de vivacidad.

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