Oviedo, triste y decadente
Servidor, un paleto genuino, la primera vez que vino a Oviedo, coincidiendo con las vacaciones de Navidad, lo hizo en tren, y cuando salí de la estación de Renfe, y me di de bruces con la calle Uría, engalanada con un espectacular y colorista alumbrado de ángeles y trompetas, quedé absolutamente impactado, y me dije: ¡"Dios, esto es Hollywood"!
Años más tarde, viví la época dorada de Gabino de Lorenzo, donde nuestro querido Oviedo llegó a conseguir el título honorífico de "la ciudad más limpia de España". Un orgullo para todos los ovetenses (o "carballones" o "uvieutensis", o como se diga).
Ahora, por eso de la edad, más propenso a la depresión y la nostalgia, doy fe de que cualquier tiempo pasado fue mejor, comprobando cómo el deterioro "sin prisa, pero sin pausa", se ha adueñado de nuestra ciudad.
Me apena ver la plaza de toros abandonada, borrado su pasado, y sin futuro; el paupérrimo alumbrado de la última Navidad; el campo de San Francisco, pulmón de la ciudad (que hasta tuvo a su osa "Petra"), convertido hoy, en un campo de minas de la Revolución de Octubre, sucio y triste; la Fábrica de Armas se parece más a un escenario de "Prison Break" en plena jungla, con fauna aún por identificar, y apropiado para quienes tengan preferencias un tanto selváticas, para sus necesidades escatológicas; y el antiguo Hospital General de Asturias, que gracias a la desidia y abandono de nuestros regidores, analfabetos a tiempo parcial, se ha convertido en apocalíptico solar, invadido por imparables, destructivas y prolíficas familias de aguerridos suidos, con sus docenas de jabatos, copando todo el espacio de la antigua "Maternidad".
Me imagino a los apóstoles del PACMA y chupa-subvenciones varias, organizar en defensa de todos los animales (excepto ratas y cucarachas), una fiesta vegana para jubilados, artríticos, reumáticos, prostáticos y demás suertes de especies sedentarias, con el objetivo de recaudar fondos para la acogida y adopción, en su caso (personas con apego patológico a mascotas), de los jabatos destetados. Más tarde, será tarde.
Entre tanto, nuestros ilustres regidores que no valen ni para figurantes en "the Walking Dead", con una mano delante y otra detrás, esperando el toque de trompeta que anuncie el magno acontecimiento de unas nuevas elecciones, para abrir los sobres de las múltiples ofertas a realizar, y que nunca cumplirán.
Es obligado pensar, antes de decidir. Lo decía muy bien el filósofo y estadista británico Sir Francis Bacon: "Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar, es un cobarde". ¡Pues eso, que les den!
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