Vergüenza ajena

16 de Enero del 2009 - Jorge Alvarez García (Oviedo)

Soy hijo de asturianos que emigraron a Argentina por los 50, con una maleta vacía y todas las ilusiones a cuestas. Cuando llegaban algunos iban al Hotel de Inmigrantes, en el que, por cierto, eran tratados de forma absolutamente impecable.

Entendieron las costumbres del lugar, las aceptaron y aprendieron a dejarse ayudar por la inigualable solidaridad argentina. Los cautivó el desenfado de las personas, siempre listas a dar oportunidades de todo tipo, amaron ese pueblo abierto y sin condicionamientos, y allí quedaron la mayoría de ellos, lo cual demuestra que fueron exitosos, incluso por encima de los argentinos. Pero eso no generó odio, sino admiración de ese pueblo por estos inmigrantes tan trabajadores.

Tan bien se sintieron que formaron sus familias allí y ya no volvieron a España.

Hoy, como a ellos ayer, me tocó emigrar a España, con toda mi familia, llegando primero a Palma de Mallorca en marzo del 2008. Allí permanecí ocho meses. La llegada no fue muy grata, todo el mundo me pedía una nómina para alquilar y yo había llegado hacía cuatro días. Lo peor fue cuando fui a un banco y me dijeron que para abrir una cuenta necesitaba una nómina. Bueno, mi sorpresa ya era enorme, no querían mi dinero, no podía creer lo que me pasaba. En el Ayuntamiento del Arenal de Llucmajor a mi esposa le dijeron que por tres años no podía trabajar, una interminable catarata de «palos en la rueda». Al mes y medio mi esposa obtenía la residencia otorgada por extranjería por ser esposa de comunitario. Intentar encontrar un trabajo «decente» fue todo un reto: fui empleado bancario durante 19 años en Argentina, con lo cual, algún conocimiento supuestamente tendría..., pero otra vez la triste realidad. Nada de nada, terminé trabajando tres meses en la construcción y 40 días en el aeropuerto tirando maletas…, a esas alturas ya se podía detectar el recelo que nos tenían, tal vez miedo por nuestras capacidades... quién sabe qué pensarían en sus retorcidas cabezas. Para colmo de males, me mandaron por carta la nota del censo electoral y, curiosamente, en estudios figuraba como «inferior a ESO», indignante fue cuando pregunté de dónde había salido ese dato, sin respuesta a la fecha. En un principio se me preguntó qué estudios tenía. Respondí que Bachillerato homologado, seguramente fue un simple error de los tantos lamentablemente encontrados.

Entonces partí y hace un mes y medio estoy en Oviedo, tierra de mis padres. Aquí el trato mejoró, pero el trabajo corre la misma suerte y algunos atisbos de discriminación volví a sentir.

Fui al Inem y me coloqué como demandante de empleo. Cuando mostré mi currículum me dijeron que mi experiencia de Argentina aquí no me servía, otro golpe, no pude por más que sentirme nuevamente discriminado, entonces pensé «será que son superempleados bancarios aquí..., o las conciliaciones son especiales...», una falacia.

Ya no siento lo que mis padres supieron transmitirme de esta tierra, ya no me siento orgulloso de ser español, todo una desilusión. En cuanto pueda regresaré a Argentina, de donde nunca jamás debí irme, ésta es la vergüenza ajena que siento.

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