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En Asturias avanza la blasfemia

25 de Marzo del 2019 - Eloy Álvarez Busto (Soto de Luiña, Cudillero)

Una vez más me siento impulsado acudiendo al diario de su digna dirección, para manifestar públicamente mi indignación por la cada vez más clara evidencia de que en nuestra querida tierra se blasfema contra Dios y la Santísima Virgen de forma creciente y gratuita en cualquier bar, reunión de vecinos, en el supermercado, viendo un partido de fútbol, etcétera, etcétera... Y el motivo de esa dolorosa y maleducada costumbre entiendo debemos luchar por desarraigarla y se puede enfocar, a mi juicio, desde dos modos:

1. Como cristianos y católicos.

Resulta que Dios, que es amor, el ser que más nos quiere, que dio su vida para llevarnos al cielo, es descaradamente blasfemado y vilipendiado por motivos banales y, en este sentido, son todos banales porque no hay situación humana que requiera blasfemar contra Dios, insisto, ninguna.

2. Como no creyente, poco creyente o simplemente ciudadano cabreado por las más nimias tonterías.

Por ejemplo, se blasfema porque se me rompió cualquier cosa del coche y (la blasfemia) ya es la segunda vez que me pasa, porque el árbitro aquel no pitó un penalti (la blasfemia) porque le dio a mala leche, porque le tiré tres tiros al jabalí y (la blasfemia) creo que fallé por poco, y así hasta el infinito.

En este segundo caso yo razono y me pregunto: ¿por qué lo hacen?, y me contesto: no creen en Dios, no van a misa, no les importa molestar a quienes están a su lado, y es que a pesar de este alejamiento de Dios y hacerlo inconscientemente en muchos casos después de tanta repetición, meterse con Dios es el digamos “taco” (para ellos) que más llena sus bocas, es el más alto y que mejor se adecua para aparentar ser más “hombrones” y más “machotes” o más “convincentes” ante sus interlocutores, pero esta su inconsciencia no minora la “ofensa” y detrás de esta forma de hablar se esconde una evidencia “diabólica” (aunque es muy posible que tampoco crean que existe el diablo).

Cualquier cristiano con una mínima formación sabe que al diablo o demonio le interesa eso de “cuanto más malo mejor” y que se afana por aburrar, embrutecer, achabacanar y, en definitiva, “tirar para abajo” de cuantos más mejor, aquí cabrían muchos más calificativos, pero creo que se entiende el razonamiento.

¿Qué hacer? Varias cosas:

a) El cristiano que oiga una blasfemia, de inmediato pedir perdón a Dios internamente.

b) Cuando vayamos a misa, por ejemplo, pedir y poner en la patena una petición: ¡Señor, que no se blasfeme contra ti!

c) Si es un amigo, decirle en privado: “Mira fulano, no blasfemes, es algo torpe y el otro día te oí tres seguidas y a mí me duele mucho oírte”.

d) Habrá ocasiones en las que públicamente se pueda pedir a los que blasfemen que no lo hagan porque de lo que se está hablando no necesita esta grosería.

e) Que cada cual piense qué decir o hacer porque hay mil razones más, desde luego, si la cosa se pone violenta, tener la “cobardía”, que es valentía de ausentarse. La violencia nunca, ni verbal ni física.

Por último, darle las gracias, señora directora, por la publicación de esta carta que, dentro de mis modestas posibilidades, usted me brinda para mostrar que Asturias no se merece estas bajezas contra Dios y contra nuestra Santísima Madre, en este caso la Santina de Covadonga.

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